Antes que nada, para el director de la cadena de centros comerciales Selfridges, entusiasta de la arquitectura radical, el nuevo edificio de Birmingham debía ser un icono para su emporio comercial y para la ciudad británica. El volumen resultante, pletórico de masa y forma y revestido de una especie de cota de malla futurista compuesta por quince mil discos de aluminio que fluctúan al sol, forma parte de una extensa operación de regeneración urbana cuyos aspectos claves son la peatonalización y la introducción de equipamientos comerciales.

Tras la imagen innovadora del objeto se oculta en realidad un esquema absolutamente convencional de ocupación del solar, del que se sustrae un único patio cubierto —un atrio— que sirve para iluminar los espacios interiores y para disponer la serie principal de escaleras mecánicas tan características de cualquier centro comercial o edificio público que se precie.

El hermetismo continuo de la fachada queda tan sólo interrumpido por una franja de vidrio y metal a modo de escaparate, que acompaña al transeúnte en su recorrido, y por una serie de aperturas de perímetro ondulado que se suceden en uno de los dos ‘chaflanes’ que conforman el edificio. Justo en este punto y en la planta séptima, una espectacular pasarela de vidrio, que conecta el centro comercial con el edificio de aparcamientos vecino, vuela atravesando la vía pública y constituye, junto con las terrazas que sobresalen en la planta baja, los principales accidentes volumétricos del conjunto.

A pesar de la aparente complejidad de las formas y el asesoramiento estructural de la ingeniería Ove Arup, la construcción ha tratado de mantenerse dentro de los límites razonables que impone el presupuesto, haciendo uso de tecnologías tradicionales para conseguir una forma innovadora. La estructura de acero y los forjados de chapa colaborante y hormigón quedan arriostrados por un entramado de acero y de hormigón proyectado, ejecutado según una técnica que se utiliza normalmente en la construcción de túneles, lo que ha permitido obtener sin costes excesivos geometrías poco convencionales. La fachada, inspirada en los vestidos de lentejuelas de Paco Rabanne y en la textura piramidal de la iglesia del Gesù Novo en Nápoles, está formada por discos de aluminio pulido y anodinado de 660 mm de diámetro. La elección del tamaño y del material (desechados otros tan variados como la roca volcánica o la porcelana), se ha realizado para conseguir el efecto lumínico deseado. Incluso en este caso, la sofisticada solución se beneficia de la economía de la producción en serie... [+]