Sede de Amaya Sport, Noain
Josean Ruiz Esquíroz 


Desde que en 1966 descargara en Bremen el primer transatlántico con contenedores intermodales, el crecimiento de su uso en el comercio internacional ha sido espectacular. El contenedor es un icono de nuestra sociedad globalizada. Casi todo lo que adquirimos viaja en ellos, ya sea en componentes desmontados o como productos acabados. Se calcula que hay unos 800 millones de contenedores en la Tierra, pero su vida útil para el transporte se estima entre ocho y diez años, y después surge el problema de qué hacer con ellos. Para fundir un contenedor hacen falta unos 8.000 kWh, mientras que para reutilizarlo como un elemento constructivo, tan sólo entre 400 a 800 kWh. ¿Por qué no reutilizarlo en el sector industrial como una pieza estructural manteniendo su capacidad de almacenaje?

Los polígonos industriales son una sinfonía atonal. Un aparente caos de edificaciones esconde lo que en realidad es un sistema eficiente, que genera una riqueza sustancial en nuestra sociedad. La arquitectura ha cedido este espacio a la ingeniería, e incluso a la autoconstrucción. En respuesta a este contexto hostil, la estrategia que adopta el proyecto es la desaparición del objeto, proponiendo una ‘caja negra’. Esta black box, de 16x64x10 metros, se encaja entre dos naves existentes. Sus dos fachadas se abren a este y oeste, dando acceso al almacén, las oficinas, un muelle de descarga y una entreplanta lúdica.

El mutismo lumínico exterior contrasta con la luz blanca del interior. La sección longitudinal reutiliza diez contenedores de 40 pies, conformando la cubierta con unos pórticos estructurales de pilares en V y unas cerchas Vierendeel. Entre los pórticos se filtra la luz mediante unas bandas de lucernarios translúcidos.

En la fachada oeste se sitúan las oficinas, iluminadas por la fachada y por un patio que continúa el ritmo de los vacíos entre contenedores. También se propone una entreplanta destinada al descanso de todos los trabajadores, ya sean del almacén o de las oficinas. El espacio de oficinas se sitúa en primera planta, en una cercha habitada formada por las letras que forman el nombre de la empresa (AMAYA).

En este intento por recuperar algo de terreno en el sector industrial, se ha trabajado con materiales muy económicos y con dimensiones estandarizadas. La sobriedad material y la modulación rigurosa puede sentirse en los contenedores reciclados, en las estructuras metálicas, en las juntas del bloque de hormigón o en las grecas y miniondas de los forjados colaborantes y las fachadas. La abundante luz cenital de la nave y las oficinas hace prácticamente innecesario el uso de iluminación artificial durante el día.



Cliente Client
Amaya Sport  

Arquitectos Architects
Josean Ruiz Esquíroz-Ruizesquiroz Arquitectos

Colaboradores Collaborators
Marta Muñoz, Enrique Morillo, Carlos Beizaga, María Diego (equipo team); Miguel Larraburu Sorozabal (arquitecto técnico quantity surveyor)

Consultores Consultants
Juan Rey, Angel Trillo (ingeniería engineering); GEA estudios geológicos (geotecnia geotechnics); Zabala Innovation Consulting (proyecto y subvención project and subsidy)

Contratista Contractor
KAPANA Obras y Reformas, VDR; Carpintería Metálica Áriz (estructura structure); Europerfil (forjado colaborante y fachada minionda composite slab and miniwave facade); Humiclima (climatización conditioning); M40 (mobiliario furniture); Lino Alonso, Silestone (cocina kitchen)

Superficie construida Floor area
1.956m²

Presupuesto Budget
935.810€

Fotos Photos
Imagen Subliminal/ Rocío Romero+Miguel de Guzmán