Esta reconversión de un espacio industrial en un estudio-vivienda se sitúa en las inmediaciones de Madrid Río. La primera decisión, debido a la falta de aislamiento del edificio original, consistió en crear una segunda piel de vidrio separada del muro exterior, para crear una galería transitable que aísla térmica y acústicamente. La segunda, fue elevar el suelo de la galería 45 centímetros (la altura de las ventanas, de 150 centímetros, no permitía asomarse a la calle); una galería que se emplea como terraza al exterior y como banco corrido al interior. Bajo este perímetro elevado se ocultan cajones con ruedas, donde se almacenan documentos, herramientas y muebles. Constructivamente, el perímetro se reviste con paneles de madera-cemento. Tanto el suelo —bajo el cual se han instalado un sistema radiante— como el espacio interior se han pintado de blanco, mientras que en el techo, con las instalaciones vistas, se ha aplicado pintura negra, como estrategia de camuflaje.