En estos tiempos de memoria histórica, parece más que oportuna la aparición de estos dos trabajos dedicados a recuperar las vidas y las obras de unos arquitectos cuya trayectoria quedó truncada por la Guerra Civil española. Si en el primero se tratan las acciones de tutela del patrimonio impulsadas por el gobierno de la Segunda República y protagonizadas por los llamados ‘arquitectos conservadores de zona’, en el segundo se abordan las heterogéneas biografías de los silenciados e ignorados arquitectos protagonistas del exilio republicano de 1939.
La Segunda República, en términos de gestión patrimonial, fue capaz de desplegar un completo programa en el marco de una renovada política cultural: en 1933 se promulgó la Ley del Tesoro Artístico Nacional y en 1936 se desarrolló un ambicioso plan de salvamento de los bienes culturales que mereció elogios internacionales.
La historia de la arquitectura del siglo XX no ha sido ajena al relevante papel de los arquitectos transterrados. Si las trayectorias de Josep Lluís Sert o Félix Candela eran conocidas, quedaba por escribir una obra colectiva donde se planteara un análisis coral del trabajo de los arquitectos exiliados, ambición que cumple el segundo de los libros reseñados.
