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Muere Frei Otto

Un Pritzker póstumo

31/03/2015


Este año la noticia de la concesión del Premio Pritzker ha supuesto una doble sorpresa: la de que el galardón no recayese en algunos de los nombres que suelen barajarse desde hace años, sino en un maestro un tanto olvidado, el alemán Frei Otto; y la de que la noticia de la concesión del premio se hiciese pública un día después del fallecimiento de Otto a los 89 años, algo inédito en las cuarenta ediciones del Pritzker. Oportuno o tardío según se mire, el premio es, sin duda, merecido, sobre todo en un momento en el que, quizá como nunca, se habla de arquitectura ‘necesaria’, ‘sostenible’ o ‘eficiente’.

Nacido en 1925, Otto perteneció, por edad, a la generación marcada por la tragedia de la II Guerra Mundial (fue piloto de la Luftwaffe), y, por intereses, al grupo de quienes, como Buckminster Fuller o Le Ricolais, buscaron, después de las vanguardias, una arquitectura comprometida con la sociedad e inspirada en la naturaleza. Siguiendo la estela de D’Arcy Thomson, Otto fue uno de los pioneros en estudiar los principios de generación de las formas naturales, y de extrapolarlos a la construcción: un trabajo experimental que le llevó a fundar el Instituto de Estructuras Ligeras, y que se materializó en obras extraordinarias como las cubiertas tensadas del pabellón alemán de la Expo de Montreal de 1967 y el Estadio Olímpico de Múnich de 1972, o, más recientemente, la cáscara etérea del pabellón de Japón para la Expo de Hannover de 2000, levantado en colaboración con Shigeru Ban, el arquitecto que a la postre fue uno de sus mayores apoyos en anteriores ediciones del Pritzker.


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