
Hace cinco siglos, Tomás Moro situó su Utopía en una isla imaginaria; hace cincuenta años, César Manrique construyó la suya en una isla real. Lanzarote recibió su nombre del marino genovés Lancelotto Malocello, vinculando su toponimia a las leyendas artúricas a través del caballero Lancelot del Lago; hoy, sin embargo, su leyenda solo puede asociarse a un artista canario que bien merecería llamarse Manrique de la Isla, porque dedicó su vida a proteger y realzar la belleza intacta de este reducto volcánico en el océano, para el que bien podría haberse escrito la ‘Lírica de una Atlántida’ con la que el poeta Juan Ramón Jiménez recordó otra isla mítica. Manrique cristalizó su visión de esa Atlántida emergida en un libro memorable, Lanzarote. Arquitectura inédita, publicado en 1974, y al cumplirse medio siglo de esta obra esencialmente fotográfica, la fundación que lleva su nombre reimprime el volumen en forma de edición conmemorativa; y de forma simultánea, la misma fundación edita un texto del catedrático y académico Simón Marchán Fiz que tiene su origen en la conferencia pronunciada para celebrar el centenario del artista en 2019, y donde atribuye a su trabajo la invención estética de la isla como obra de arte total. Ambos libros contribuyen un sólido homenaje a la utopía de un artista que no obtuvo siempre el reconocimiento que se debe a su obra, y que la fundación presidida por el poeta Fernando Gómez Aguilera extiende con inteligencia cultural, conciencia ambiental y activismo político...[+]