A veces, la crítica se retuerce sobre ella misma: de juzgar los edificios, pasa a enjuiciar sus herramientas y aun su propia esencia. No es habitual que esto ocurra, y, cuando ocurre, suele hacerlo de manera solapada, bajo la especie de un tema convencional o de la simple oportunidad. La estupenda colección de textos comentados que acaba de publicar Luis Fernández-Galiano es un buen ejemplo de este ejercicio subrepticio de crítica reflexiva que, con la excusa de hablar de unas cosas, sugiere otras, y acaba mostrando por el camino la etopeya intelectual de su autor.
Luis Fernández-Galiano es el crítico de arquitectura más brillante e influyente de la España de los últimos treinta años, y sus virtudes como analista, escritor, empresario cultural y, sobre todo, gran intelectual, están presentes de algún modo en los veintitrés textos orquestados con el rigor conceptual y el orden musical que es marca de la casa. En puridad, se trata de dos grupos de artículos —acompañados por sendos discursos académicos y en el medio un incisivo texto de transición— que si por un lado radiografían los años de ímpetu y exceso previos al crac de 2008, por el otro dan cuenta de los tiempos convulsos y atribulados de la crisis.
Despojados de citas pero dotados siempre de gran calidad discursiva y literaria, los textos funcionan menos como artículos que como ensayos breves cuyo rasgo compartido es una sensibilidad ecológica que los acerca a problemas actuales como la pandemia y el cambio climático, al tiempo que los liga con la genealogía intelectual del autor, pionero en estos temas gracias a obras como El fuego y la memoria, un clásico de la literatura medioambiental publicado hace ya treinta años.
El rigor compositivo, la precisión de juicio, el afán de objetividad —tan anglosajón y raro por estos lares—, la orteguiana claridad como cortesía al lector, el agavillamiento copioso de referencias literarias, filosóficas y sociales, el brillante —y tan peculiar— uso de las metáforas y el conceptismo asociado a ellas que a veces raya en lo barroco, y, en fin, la obsesiva confianza en las armonías pitagóricas y las aliteraciones verbales, son todas características de la prosa de Fernández-Galiano que el lector reconocerá de inmediato en los textos de este libro. Textos que abordan cuestiones tan apasionantes como la forma de nuestros territorios y ciudades, el vaciamiento del campo, la emergencia del mundo-burbuja, la sociedad del riesgo, las ideologías medioambientales, la consolidación del Antropoceno y el nacimiento del ‘Urbanoceno’; y cuya filiación es clara: desde las críticas de arquitectura escritas para El País hasta las presentaciones para Arquitectura Viva, pasando por otros escritos de circunstancias.
Acaso por la pulsión de hacer balance o por la voluntad de dar forma visible a un legado que, de lo contrario, correría el riesgo de dispersarse, Fernández-Galiano viene publicando desde 2019 la colección cuasicompleta de sus escritos críticos en dos parejas de volúmenes que, bajo los títulos Años alejandrinos y Las grandes esperanzas, funcionan como un suerte de monumental crónica de la arquitectura de los últimos cuarenta años. El alcance de estos Textos críticos es, por supuesto, mucho más limitado que el de los anteriores, pero su modestia no deja de tener algunas ventajas frente al enciclopedismo. Una sería la condensación temática que purga los textos que han envejecido peor —tempora mutantur— y consigue situar al discurso en algunos de los debates más acuciantes de nuestra contemporaneidad. La otra ventaja —que es tal vez más reveladora— sería la condición personal de este libro, que es autobiográfico en la medida en que deja traslucir no tanto lo que el autor dijo, ha dicho o dice, cuanto cómo es intelectualmente y, sobre todo, cómo ha llegado a serlo.
Textos críticos tiene algo de ajuste de cuentas personal y crítico. Es cierto que el autor, fiel a sí mismo, no deja de insistir en algunos de sus grandes argumentos-fuerza, como la celebración de la ciudad compacta o la necesidad de una nueva cultura del habitar. Pero no es menos cierto que el compromiso ecológico de Fernández-Galiano, tal y como se presenta en estas páginas decantadas por el tiempo, no tiene nada que ver con el optimismo de antaño: es un compromiso informado que no depende de la militancia ideológica, sino de una distancia crítica que en el fondo no se hace muchas ilusiones sobre el poder de la palabra y de la arquitectura. Se trata, no en vano, de la misma distancia crítica con la que el autor se trata a sí mismo en la microbiografía que cierra el libro: un breve pero lúcido repaso a las mudanzas ideológicas y estéticas de un temperamento que ha sabido, como pocos, detectar las mudanzas de los años interesantes que le ha tocado vivir.