Desde que el historicismo posmoderno sacó la tratadística del armario, la teoría clásica de la arquitectura ha conocido una extensa revisión, manifiesta en la edición crítica de facsímiles o la aparición de obras sintéticas. La última es este compacto volumen de un profesor de Pittsburg, que explica los rasgos comunes de la teoría en cada una de las tres grandes etapas que establece: las convenciones antes de 1800, los principios entre 1800 y 1965, y los retorcimientos desde 1965 hasta hoy. El relato es convencional, aunque de especial elegancia y claridad: las primeras veinte páginas ofrecen un resumen histórico difícil de mejorar en su colorido y concisión. Como es frecuente en muchos norteamericanos, el provincianismo que les lleva a enriquecer la narración con algún compatriota menor (aquí el turno es de Andrew Jackson Downing, un arquitecto neoyorquino que publicó en 1850 un manual de patrones domésticos) es paralelo al conocimiento fragmentado de lo europeo. Que Haussmann, Cerdá, Soria, los constructivistas o Koolhaas no sean mencionados en la rúbrica del diseño urbano resulta desconcertante; pero que los autores posteriores a 1965 sean todos estadounidenses linda con el ridículo. Para Hearn, el último tercio de siglo no tiene más protagonistas que los libros de Venturi y Scott Brown, los ensayos y proyectos de Eisenman (la casa virtual de éste comparte con Palladio la portada), la exposición deconstructivista de Johnson y Wigley, las obras diseñadas por Gehry con ayuda del ordenador, y los volúmenes de los años noventa donde Mitchell y Mc Cullough teorizan la revolución digital. Ni siquiera Aldo Rossi (para no hablar ya de Krier o Grassi, aunque en la bibliografía figuren tres traducciones de Tafuri) merece mención en un panorama del que ha desaparecido la Tendenza o la Strada Nuova; pero tampoco creo que el maestro milanés se hubiese sentido a gusto en una etapa caracterizada por los retorcimientos y los remordimientos.