Necrológicas 

Ricardo Bofill

01/07/2023


1939-2022

Maestro de la geometría tanto como de los medios de comunicación, Ricardo Bofill fue lo más parecido que hemos tenido en España a un star-architect. No es poco mérito, si se tiene en cuenta que el catalán fraguó su estrellato en unos años en los que la arquitectura española interesaba a bien pocos. Considerado, desde el principio, como un niño prodigio, el joven Bofill recibió todos los laureles y se acostumbró a todos los excesos, y con la misma naturalidad con que aceptó su propio genio levantó en los setenta una nómina de edificios espléndidos que a su manera expresaban la liberalidad de la Barcelona de la gauche divine: desde la pagoda mediterránea de Xanadú hasta la casba vertical de la Muralla Roja o Walden 7, aquella utopía filojipi a lo Le Corbusier teñido de LSD por la que pasaron algunos de los mejores amigos de Bofill, Xavier Rubert de Ventós, José Agustín Goytisolo, Manuel Vázquez Montalbán…

Todo este éxito apenas dejaba adivinar que Bofill acabaría trabajando sobre todo fuera de España, pero el hecho es que poco después emigró. La admiración que despertaba su figura fuera del país era proporcional a la irritación y acaso la envidia que suscitaba en sus compatriotas arquitectos. Una irritación o envidia que se trufó de extrañeza cuando Bofill abandonó su estilo presuntamente mediterráneo, levemente posmoderno o posmoderno amable, para entregarse a un irónico clasicismo sui géneris en el que los triglifos y metopas no parecían tener empacho en convivir con las fachadas de espejados muros cortina.

Los de los espejismos clasicistas fueron los mejores años profesionales de Bofill. Convertido en una estrella internacional, lo diseñó todo desde su gran estudio: bodegas, frascos de perfume, barrios en el ‘tercer’ mundo y aeropuertos en el ‘primero’ y tarjetas de crédito, así como tan monumentales como eficaces conjuntos de vivienda a los que dio nombres barrocos como Les Espaces d’Abraxas y Les Échelles du Baroque. De manera que, cuando su estrella creativa declinó, Bofill siguió pensando lo mismo que venía pensando desde el principio de su carrera: que era mejor que todos los arquitectos de su generación pero mucho peor que Miguel Ángel.

Se trataba, por supuesto, de una exageración más. Una exageración que no quita para que bajo las cenizas del ego de Bofill —un maestro—, se escondan algunas de las obras más memorables de la arquitectura española del siglo XX.


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