Montevideano de nacimiento y bonaerense de formación, Rafael Viñoly se consideraba no obstante neoyorquino de corazón, ya que fue en la Gran Manzana donde se consagró como astro de la arquitectura internacional, así como donde acabaron sus días el 2 de marzo. Tras una exitosa primera etapa argentina junto con cinco socios que alumbraron el que hoy es uno de los más grandes despachos de Latinoamérica, de su estudio particular en el Lower Manhattan saldrían sus obras más icónicas, como la extensa renovación del Museo de Arte de Cleveland, el colosal Foro Internacional de Tokio o la esbeltísima torre de Park Avenue; tours de force que más que un sello personal perseguían responder a las distintas necesidades haciendo uso de los avances tecnológicos disponibles.