Santiago Calatrava ha ido encadenando una serie de anni horribiles en los que ha tenido que enfrentarse a la degradación de algunos de sus iconos (el Palau de Valencia y el Auditorio de Tenerife), a gravosas indemnizaciones por el derrumbe parcial de otros (como su proyecto en Oviedo), y a la impresión nada halagüeña sobre su modo de entender la profesión que se deduce de libros como Queríamos un Calatrava, de Llàtzer Moix. Sin embargo, toda esta serie de contrariedades no ha impedido que el valenciano siga mereciendo la confianza de grandes compañías privadas de todo el mundo, que siguen viendo en él la ‘estrella’ capaz de poner sus promociones en el mapa. Es el caso de Knight Dragon, que acaba de anunciar a bombo y platillo el encargo a Calatrava del que, con sus 1.000 millones de libras de presupuesto, es el proyecto inmobiliario más importante hoy en Londres y en el Reino Unido. Se trata de un gran complejo de usos mixtos, de 130.000 metros cuadrados, formado por un zócalo cultural de 30 metros de altura del que emergen tres torres residenciales de 30 plantas, y que es la parte más importante del proyecto de regeneración de la península de Greenwich, nuevo barrio cultural de referencia en Londres. El proyecto ha sido acogido calurosamente por el nuevo alcalde de la ciudad, Sadiq Khan, que ha declarado: «Estoy encantado de que Santiago Calatrava haya elegido Londres para su primer proyecto en el Reino Unido.» Pese a todo, Calatrava sigue ‘eligiendo’, y muchos siguen ‘queriendo un Calatrava’.