A, de Arquitectura
Es evidente que la arquitectura ha adquirido una nueva relevancia en la cultura en general. Si bien esta importancia tiene su origen en los debates suscitados por el posmoderno en los años setenta, recientemente se ha vuelto a poner de manifiesto debido a la presencia invasiva del diseño en los más diversos aspectos del capitalismo consumista: el arte, la moda, el comercio, el mundo empresarial, etcétera. La importancia concedida a la arquitectura tiene, además, algo de compensación: el arquitecto es la última personificación del genio artístico, del creador dotado de una visión superior y medios sofisticados a los que la mayoría de los mortales no podemos aspirar. El arquitecto estrella es la versión contemporánea del antiguo mito del artista. (A pesar de la distancia existente entre la arquitectura de vanguardia y la edificación convencional, creo que cualquier ciudadano de a pie es capaz de nombrar a un par de arquitectos más fácilmente que a un par de artistas o de escritores.)
La misma actitud compensatoria hacia el estatus de la arquitectura se detecta en el propio discurso arquitectónico actual, habitualmente esquizoide en el sentido de que los sueños de grandeza alternan con los sentimientos de impotencia. «Desde los primeros años noventa, lo que manda es el mercado, de modo que la única herramienta que nos queda es la seducción», comenta Kamiel Klaasse. «Esto crea una incómoda situación de dependencia. Los arquitectos combinan la arrogancia con la impotencia; somos mendigos y fanfarrones.»
«Hoy en día los arquitectos tienen la capacidad de hacer cualquier cosa y a la vez no hacer nada», añade Maarten Kloos. «La arquitectura se ha convertido en un concepto amorfo, evasivo, flotante, como una esencia en el aire o la última tendencia de moda»... [+]