El crítico Antoine Compagnon es uno de los grandes humanistas vivos, y merece ser leído antes de que su desaparición nos haga recordarle. Tras las muertes de Bloom, Steiner y Fumaroli, Compagnon queda como una de las figuras que de forma más elocuente han explorado y renovado la herencia de la cultura occidental. En la reseña de un libro de Linazasoro —‘La modernidad otra’, Arquitectura Viva 243— he subrayado su deuda intelectual con una obra del crítico francés, Les antimodernes, de Joseph de Maistre à Roland Barthes (2005), pero el que desee acercarse al pensamiento de Compagnon quizá debe comenzar con su obra más popular, La seconde main ou le travail de la citation (1979), que fue originalmente una tesis doctoral dirigida por Julia Kristeva, cuando su autor era todavía un ingeniero atraído por la literatura y por los mecanismos de repetición dentro de ella. Su directora de tesis había traducido el ‘dialogismo’ de Mijaíl Bajtín como ‘intertextualidad’, y por entonces Barthes afirmaba que todo texto es un ‘mosaico de citas’, de manera que Compagnon se inspiró en una frase de su amado Montaigne, «No hacemos sino glosarnos los unos a los otros», para abordar este texto laborioso y ejemplar que, como señala no sin deleite, es el más robado en las bibliotecas, y que debería ser lectura obligada para cualquiera que se enfrenta a la redacción de un trabajo de investigación.
Aquel libro se gestó, como puede verse, en un clima intelectual dominado por la teoría, pero su autor mostraba ya un escéptico distanciamiento respecto a ella, que había de cristalizar en Le démon de la théorie (1998), una obra luminosa que explora la teoría literaria desde Saussure o Jakobson hasta Foucault o Derrida para reclamar que sus métodos se sometan al contraste con el sentido común tantas veces ignorado por sus más notables figuras, y una obra también cuya erudición sensata puede servir de referencia para muchas otras disciplinas. Hijo de un general y con una formación militar y politécnica que le hizo titularse como ingeniero, Compagnon acabó desarrollando una carrera literaria y académica que le hizo profesor de la Universidad de Columbia y en la Sorbona, para terminar su etapa docente en el Collège de France, donde enseñó entre 2005 y 2020. Su último curso allí lo dedicó a la etapa final de las vidas literarias, motivado por su propia jubilación y por la pérdida de su compañera, y esa exploración melancólica cristalizó en La vie derrière soi. Fins de la littérature (2021), donde la obra tardía frecuentemente comentada en el caso de pinturas o músicos —más golpeados por el declive físico que afecta a la vista, el oído o la mano— se extiende a los escritores que le son más próximos, de Chateaubriand o Baudelaire hasta Valéry, Gide o Proust. Salvo este último libro, los tres restantes mencionados están disponibles en castellano, así que no hay excusa para dejar de leerlos.