La verdad es que sobre esta exposición de Oteiza podríamos estar hablando durante horas. Porque, considero, estamos ante una de las más importantes exposiciones del año. Y de muchos años. (O la más importante, acaso, ¿por qué no decirlo?) Se trata de su muestra más completa y desinhibida, toda una vida puesta al tablero, con una desenvoltura verdaderamente impresionante. Incluido el fabuloso repertorio secreto de sus croquis espaciales, el escultor «haciendo dedos», el increíble laboratorio experimental de diminutos modelos, larvas de estatua, un vasto y desbordante repertorio que, por sí solo, daría sentido a la vida de medio centenar de artistas a lo largo de muchos años. Presentándolo prácticamente todo. Oteiza muestra el carácter bifronte de su abanico experimental. Por un lado, en sus referencias hacia el pasado, acaso como el último representante y continuador de la vanguardia histórica, en sus variados y penetrantes desarrollos de Picasso, Gris, Alberto, Tatlin, Van Doesburg, Mondrian, Kandinsky, Malevich, Brancusi, Moore... Prácticamente toda la historia de la tradición moderna. Pero, por otro lado, abriendo marcha hacia el futuro, en un proceso experimental que habrá de adelantarse -profético— , en bastantes años, a las enunciaciones canónicas del minimal, land-art, povera, conceptual... El mismo nos lo indica en el arranque del formidable catálogo (como pensador desde la estética contemporánea, Oteiza no ha tenido rival en España; conviene leer con cuidado su antología de textos)…[+]