La fricción del contexto, de Zamora a Venecia

Francesco Dal Co 
31/07/2010


La modernidad ha sido una pasión universal. Todos los poetas de nuestra época, fascinados por esa figura a un tiempo magnética y elusiva, han corrido tras ella. El primero fue Baudelaire. El primero también que logró tocarla y así descubrir que no es sino tiempo que se deshace entre las manos.» Son palabras de ‘La búsqueda del presente’, el discurso que impartió Octavio Paz el 8 de septiembre de 1990 al recibir el Premio Nobel de Literatura. Evidentemente, la modernidad no ha sido solamente una pasión para los poetas. Entre aquellos que más han sentido y sienten esta pasión están los arquitectos, quienes sin embargo han tardado bastantes años más que Baudelaire en descubrir que la modernidad no es sino «tiempo que se deshace entre las manos». Observando lo que los mejores arquitectos contemporáneos producen se encuentran muestras, voluntarias o no, de este hecho. Y un buen ejemplo de cómo este deshacerse representa un desafío más que un destino al que someterse sin oponer resistencia lo constituye el trabajo de dos arquitectos como Luis Mansilla y Emilio Tuñón. Tomemos su primera obra, el Museo Provincial de Zamora, que les descubrió a los críticos más avezados en 1996, y uno de sus proyectos más recientes, el Museo M9 en Mestre (Venecia) de 2010. En el primero, la construcción se presenta como un cuerpo cerrado insertado en un vacío de la trama urbana. La ubicación del solar en la plaza de Santa Lucía, a una cota inferior con respecto a la parte alta de la ciudad, ha dotado al edificio de una curiosa peculiaridad: la ‘vista’ principal que se ofrece a quienes vienen desde la plaza de la Catedral, situada en una cota superior, es la de su cubierta, compuesta por una trama geométrica de lucernarios que define la ordenación del edificio. En la realización del proyecto para Mestre, Mansilla y Tuñón han adoptado una estrategia totalmente distinta. En un tejido urbano desprovisto de referencias han insertado un conjunto libre de cilindros de vidrio sin imagen propia, ya que la proximidad de los volúmenes verticales, iguales entre sí, suprime su individualidad. Carente de fachada, el volumen exhibe su arbitrariedad reproduciendo la arbitrariedad irónica del modelo del que se deriva —si se puede expresar así, ya que en este caso se debería hablar más bien de una ruptura—, adoptando la apariencia de un bastidor teatral evanescente. Entre estos dos extremos se sitúa la obra de unos arquitectos cuya carrera ha estado llena de afortunadas oportunidades que han podido y sabido aprovechar. Una trayectoria que ilustra cómo los dogmas de la modernidad les resbalan entre las manos, porque eso es lo que implica la naturaleza de la modernidad cuando se le atribuye, como corresponde, un significado de tradición más que de doctrina o de canon. «Perseguimos a la modernidad en sus incesantes metamorfosis y nunca logramos asirla. Se escapa siempre: cada encuentro es una fuga. La abrazamos y al punto se disipa: sólo era un poco de aire. Es el instante, ese pájaro que está en todas partes y en ninguna», decía Paz con palabras que podrían resumir lo que Mansilla y Tuñón han escrito en ‘Conversaciones en voz baja’, uno de los textos incluidos en las páginas de Circo, el ‘boletín técnico’ que producen desde 1993, plasmando aquello que les suscita curiosidad y clarificando los objetivos de su labor como arquitectos.


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