Los museos al aire libre de arquitectura vernácula, iniciados en Escandinavia a finales del siglo XIX, proliferaron en Europa durante los años sesenta y setenta del siglo XX, y el suizo de Ballenberg se inauguró en 1978. Rolf Fehlbaum se hizo cargo de la empresa familiar de mobiliario el año anterior, y el campus de Vitra se desarrolló con numerosas arquitecturas de autor durante las décadas siguientes, pero no se le ocurrió visitar Ballenberg hasta 2019. En compañía de Federica Zanco, la arquitecta que dirige la Fundación Barragán, y ambos escépticos por su compromiso con lo contemporáneo, las obras vernáculas expuestas en un paisaje idílico los deslumbraron sin embargo por su funcionalidad escueta y exacta, producto de la necesidad y de la escasez.

En esa primera visita surgió la idea de un libro, al que también se incorporaron el diseñador Jasper Morrison y los arquitectos David Salk y Tsuyoshi Tane, quienes junto con Fehlbaum y Zanco aportan las fotografías generales y de detalle, así como los comentarios de las mismas recogidas en el volumen publicado por Lars Müller. Es esta una obra pequeña y exquisita que se completa con citas de ocho defensores del conocimiento tradicional, a los que se homenajea como pioneros de la construcción responsable: Christopher Alexander, Lina Bo Bardi, Minnette de Silva, Charles Eames, Hassan Fathy, Sibyl Moholy-Nagy, Charlotte Perriand y Bernard Rudofsky. Con este apropiado Parnaso de héroes, el libro se hace casi un manifiesto, y el propio editor Müller se anima a añadir un colofón firmado por él donde invita a los lectores a abandonar modas y tendencias para enfrentarse a los desafíos de nuestro tiempo, atendiendo a lo real y a lo existente, a lo útil y a lo que permanece y dura.

El mismo Rolf Fehlbaum, que ha añadido al campus de Vitra un grupo de pequeñas construcciones históricas o contemporáneas —una cúpula geodésica de Fuller, una gasolinera de Prouvé, la cabina Diógenes de Piano y la casa Sombrilla de Shinohara— introduce el libro sobre la última de ellas, la cabaña de jardín (y mirador) construida por el arquitecto japonés afincado en París Tsuyoshi Tane para integrarse en el parque diseñado por el paisajista holandés Piet Oudolf. Tane, cuya experiencia de Ballenberg se une a un cúmulo de influencias materiales e intuiciones arqueológicas, documenta el proceso de diseño en trescientas páginas que recogen buena parte de las imágenes y referencias ahora expuestas en el propio campus de la empresa con un abigarrado montaje, y hace visible la observación de Fehlbaum de que los dos edificios más pequeños de Vitra —la cabina Diógenes de Piano y esta cabaña de jardín, publicadas respectivamente en Arquitectura Viva 154 y AV Proyectos 120— han sido los que han suscitado un diálogo más extenso entre el arquitecto y el cliente. Las joyas diminutas no son las más escuetas en tiempo o en esfuerzo, y estos dos libros menudos lo subrayan con elegancia contenida y refinamiento en sordina.