El hormigón armado es el material más común en la construcción contemporánea. A su uso corresponde un 5% del total de emisiones de gases de efecto invernadero, de ahí que uno de los retos en su empleo sea mejorar sus prestaciones medioambientales, mediante cementos u hormigones llamados ‘ecológicos’ (véase Arquitectura Viva 148). Pero cabe hacer otras cábalas aún más ambiciosas. Material pétreo al cabo, el hormigón armado puede ser el soporte de acabados ‘verdes’, y sustrato para el crecimiento de algas, líquenes, hongos y musgos, con el fin de aprovechar sus ventajas medioambientales. Tal es el principio de la patente desarrollada por la Universidad Politécnica de Cataluña con una mezcla de cemento convencional con otro cemento especial a base de fosfatos de magnesio, de rápido fraguado y de pH ligeramente ácido y compatible con el crecimiento de las plantas. El resultado es un panel multicapa que, a diferencia de los jardines verticales —de uso ya extendido—, no requiere de sistemas hidropónicos con alto mantenimiento, sino que acumula el agua aprovechando la porosidad natural del material, pero sin que esta pase a las hojas interiores de la fachada.