La arquitectura nórdica no parecía existir para el resto del mundo antes del siglo XX. Pero en la era de la revolución moderna se convirtió en una poderosa cultura universalmente admirada: algunos de sus maestros fueron tenidos por verdaderos paradigmas de las diversas maneras de la modernidad.
Los países nórdicos se desprendieron del academicismo del siglo XIX mediante lo que se llamó la arquitectura del ‘nacionalismo romántico’ ; común a todos ellos, era una variante del historicismo pintoresco del Art Nouveau, y de influencia inglesa, holandesa y centroeuropea, pero en Escandinavia tomó carta de naturaleza cuando pudo desarrollarse debido a la industrialización.
Fue precisamente con un arquitecto ‘romántico’ con el que se inició la saga nórdica en lo que a lo internacional se refiere: Eliel Saarinen (1873-1950), autor con Lindgren y Gesellius del pabellón de Finlandia en la Exposición de París (1900), del Museo Nacional (1902), y, ya solo, de la estación de ferrocarril (1904-1911), ambas en Helsinki. Saarinen fue un arquitecto de amplia apertura hacia el exterior, influido por Berlage, pero que halló una manera personal en la citada estación. La atractiva monumentalidad de su torre y el no menos atractivo proyecto del Parlamento finlandés (1908), contenían el germen de aquel otro que le llevaría al reconocimiento internacional: la propuesta para la sede del Chicago Tribune (1922), que, sin construirse, tuvo consecuencias muy notorias...[+]