Con nombre de malo de película (Ian Fleming se inspiró en él para bautizar al enemigo de 007), Ernö Goldfinger perteneció a esa generación de arquitectos europeos a la que los vaivenes políticos del siglo XX llevaron a recalar en Gran Bretaña. Aunque su obra carezca de la envergadura del pabellón De La Warr, de Mendelsohn, de la escuela en Impintong, de Gropius, o de la piscina del zoo londinense, de Lubetkin, este húngaro de nacimiento proporcionó a Londres algunos de sus primeros iconos modernos, como las casas en hilera de Willow Road o la tienda de Elena Rubinstein, aunque su aportación más radical fueron las viviendas en altura. Esta biografía recrea anécdotas vitales y recoge las polémicas suscitadas por obras como las torres Balfron y Trellick, inspiradas en las Unités d’Habitation corbuserianas.