Las decisiones urbanísticas tienen inmensas consecuencias porque modelan las pautas de nuestros movimientos y definen los vínculos entre las personas.
Fui niña en un barrio de una gran ciudad. Alrededor de mi casa, en un misterioso perímetro, en una burbuja acotada por el rugido de las avenidas, la vida tenía las hechuras de un pueblo. Bandadas infantiles persiguiéndose. Tráfico escaso y lento, calles bajo nuestra entera soberanía. Una casa abandonada, con su jardín selvático, donde entrábamos a la caza de fantasmas o ruidos misteriosos por el puro placer de compartir el miedo...
El País: El ágora de las ciudades errantes