Del Rotring al BIM
Desde los átomos a los Bits y vuelta a los átomos.
Ya en su primer número, de junio de 1988, esta revista dejaba un hueco para comentar las nuevas herramientas digitales que estaban cambiando la forma en que los arquitectos representan gráficamente los edificios que imaginan, alterando poco a poco también el propio proceso de proyecto y, en algunos casos, dando lugar a propuestas que jamás habrían existido sin estos nuevos medios.
Como en una explosión del Cámbrico digital, ya estaban en esa época todos los ‘filos’ que con el tiempo darían lugar a las especies que ahora son habituales en los estudios de arquitectura. Hace justamente veinticinco años ya hacíamos una taxonomía de las distintas variedades en el libro Infografía y arquitectura: dibujo y diseño asistidos por ordenador (Nerea, Madrid, 1992), escrito en colaboración con Jorge Sainz, redactor de la revista y también conocedor de estos temas.
Sin embargo, el ritmo no ha sido tan rápido como predecían los gurús. Nuestra profecía prometía una adopción rápida de sistemas de representación en tres dimensiones, específicos para la arquitectura. Ahora sabemos lo que pasó: la ‘paz de AutoCAD’, ese período de veinte años en que los profesionales creyeron entrar en la informática a base de imitar el funcionamiento del dibujo tradicional, a base de contravegetales, que se desarrolló tras la aparición de las copiadoras de planos, algunos eones antes.
Los sistemas que permitían el paradigma correcto (la representación en tres dimensiones de lo que de manera natural es tridimensional) ya estaban disponibles: tal vez lentos, caros, pero suficientemente funcionales para que los adoptadores tempranos los aprovecharan y se engancharan.
Este retraso se explica por dos razones, que en realidad son la misma. La primera es la extraordinaria eficacia de los sistemas de representación en dos dimensiones, sean manuales o digitales, para desarrollar, documentar y transmitir el proyecto. La capacidad de decodificar de quienes ejecutan la obra permite trabajar relativamente bien con planos ambiguos, incompletos o incluso erróneos.
La segunda razón es la gran cantidad de decisiones que tradicionalmente se toman en obra y que los medios tridimensionales obligan a adelantar a la fase de proyecto. Aunque este cambio supone un importante avance para la construcción en general, lo cierto es que desplaza el esfuerzo al equipo de proyecto, pero sin desplazar sus honorarios con la misma energía. El arquitecto trabaja más con el BIM, sí. Si representara menos esfuerzo, lo habría usado antes. Si ahora se está implantando a velocidad de vértigo es porque lo han descubierto los promotores: «Trabaja deprisa, termina pronto y deja un bonito modelo en tres dimensiones.»
En realidad, es ahora cuando empieza la digitalización del proceso de proyecto. Hemos estado treinta años cambiando los átomos de los viejos medios manuales por los bits de los ordenadores. Ahora parece que los sistemas de impresión en tres dimensiones, los robots y la prefabricación industrializada van a sustituir de golpe las empresas constructoras por work centers que producen edificios. Cerraremos el círculo, volviendo de los bits a los átomos. Pero si el proceso se parece al que sustituyó el Rotring por el BIM, ya podemos decir que va para largo.
Fernando Valderrama es arquitecto y diseñó el programa Presto.