La arquitectura está en crisis. También lo está la crítica. La primera, fragmentada en una miríada de relatos y poéticas, no termina de encontrar su hueco en el tardocapitalismo. La segunda, ninguneada por el público, los medios y los propios arquitectos, ha perdido el papel normativo que supo desempeñar en sus mejores momentos. Esta doble crisis hace que la actitud de Rafael Moneo —maestro en la arquitectura y la crítica— resulte indispensable.
Protagonista de su tiempo y gran conocedor de la historia, Moneo ha tenido siempre la generosidad y, al mismo tiempo, la valentía, de enjuiciar el trabajo de sus contemporáneos. No sólo para desentrañar sus edificios en una clave compositiva, cultural e incluso generativa, poniéndose en la mente del creador cual un Stanislavski de la arquitectura; también por intentar someter a cierto orden el tráfago de obras y corrientes que definen el panorama contemporáneo.
Detrás de ello, late tanto la inextinguible curiosidad intelectual de Moneo cuanto su fuerte, casi insobornable, compromiso con el mundo real, al que sin embargo nunca se entrega por completo, convencido como está —es, al cabo, un tozudo discípulo de Bruno Zevi— de que el presente adquiere significado cuando se observa desde el pasado, incluso el más inmediato.
Se trata de una actitud en extremo valiosa, por cada vez más rara, cuyas claves el lector interesado podrá hallar, por ejemplo, en Consideraciones sobre la obra de Rafael Moneo, un volumen editado por Francisco González de Canales, donde se recogen las valiosas ponencias que especialistas como Francesco del Co, Stan Allen, Josep Quetglas, Antón Capitel, María Teresa Muñoz o Carmen Díez Medina presentaron en 2017 con ocasión de la muestra ‘Rafael Moneo: Una reflexión teórica desde la profesión’.
Con todo, es probable que no sea en los productos que genera la pequeña pero influyente ‘industria cultural Moneo’ donde se aprecie mejor la singular actitud del maestro, sino en sus propios escritos, en especial los críticos. Por ello, hay que celebrar la publicación de Nuevos intereses, otros discursos. Rem Koolhaas, Herzog & de Meuron, SANAA, David Chipperfield, libro que agavilla una serie de clases impartidas en 2012 por el maestro en la Universidad de Navarra, y que es un tributo inquisitivo a la obra de los cuatro estudios citados y a la vez un intento de entender qué está ocurriendo en la arquitectura hoy.
Con este doble propósito, Moneo sigue el método acuñado con talento en libros como Inquietud teórica y estrategia proyectual, fruto asimismo de unas clases y donde Moneo desplegó toda su capacidad crítica para desgranar el trabajo de ocho creadores, de James Stirling a Herzog & de Meuron, en lo que al cabo fue un intento de identificar las rupturas entre el periodo posmoderno y el del nuevo orden de finales de la década de 1980. En Nuevos intereses, otros discursos, Moneo acorta el campo de examen para centrarse sólo en cuatro arquitectos cuya trayectoria analiza con finura: si Koolhaas es el Le Corbusier contemporáneo que intenta desligarse de la modernidad canónica al tiempo que se declara exégeta privilegiado del tardocapitalismo, Herzog & de Meuron, ajenos a los grandes relatos, experimentan con la construcción primero y con los métodos de trabajo después, en tanto SANAA trabaja con una poética atmosférica que trasciende la espacialidad moderna, y Chipperfield resulta ser el epítome de la figura del arquitecto profesional, capaz de dar una respuesta de calidad en cada uno de los escenarios de la globalización.
Pero, más allá de en el gusto intelectual de leer a Moneo cuando analiza a estos autores, el interés del libro está en su periodización de la modernidad, y, sobre todo, en su constatación de que los principios modernos ya no sirven para hacer arquitectura. Conceptos como el ‘relato’, el ‘diagrama’ o el ‘método’ han dejado anticuadas las categorías canónicas, y la pregunta es inevitable: ¿en qué coordenadas cabe inscribir la arquitectura contemporánea? Quienes quieran dar con las respuestas tendrán, por fuerza, que leer a Moneo.