Hablando de metáforas, también Toyo Ito es un frecuentador de analogías y comparaciones traídas con mayor o menor fortuna. Su última gran obra, el Teatro Nacional de Taichung —una dotación comenzada en 2009 y con una superficie de 34.000 metros cuadrados— puede, de hecho, explicarse con imágenes que evocan el mundo de la naturaleza orgánica. Así, con el objetivo —afirma el autor— de establecer una continuidad con el tejido urbano adyacente, el edificio se plantea como una ‘red neuronal’ que conforma una malla donde se insertan tres espacios escénicos: el ‘Gran teatro’, con 2.000 asientos, el ‘Teatro’ o ‘Casa de muñecas’, con 800; y la ‘Caja negra’, con 200. Más que su tamaño, lo más singular del teatro son sus inmensos muros curvos cuyos alabeos y sinuosidades difícilmente controlables por el ojo evocan lo que Toyo Ito denomina una ‘caverna sonora’; metáfora que, en este caso, alude a lo cavernario en un doble sentido: el espacio acústico que controla la reflexión de la onda sonora, y el espacio aislante que controla la temperatura. A pesar de que los revestimientos han anulado en buena medida la formidable potencia plástica que tuvo la estructura durante su construcción (véase AV Proyectos 66), los muros cavernarios conservan un organicismo amable y evocan la compleja solución constructiva que se necesitó para levantarlos: una técnica importada de la ingeniería de túneles y que se basa en la proyección de hormigón en dos capas de densidades distintas.