El optimista punto de partida del concepto ‘Freespace’, promovido por Yvonne Farrell y Shelley McNamara —más conocidas como Grafton Architects y comisarias de esta edición de la Biennale— es que la arquitectura puede ser generosa sin dejar de ser funcional. La proclama recuerda a la llamada de Leon Battista Alberti a esa magnificenza por la cual el mecenazgo privado hacía sus regalos a la ciudad; y así, en su manifiesto, la pareja de arquitectas radicadas en Dublín no deja de citar como un ejemplo de virtud pública los bancos dispuestos en el zócalo del Palazzo Medici-Riccardi en Florencia. La arquitectura moderna estuvo sujeta a muchos principios liberadores, en particular los de Le Corbusier —plano del suelo libre, fachada libre, cubierta libre y planta libre—, y, respecto a este precedente, ‘Freespace’ demuestra ser más simple pero al mismo tiempo más ambiguo: resulta ser menos un axioma de diseño que el resultado impredecible del mismo. Desgraciadamente, en la justificación teórica de la muestra no se menciona lo que podría llamarse el ‘espacio libre’, de ahí que ‘Freespace’ acabe siendo un poco como el ‘FreeWifi’, el servicio que ofrecen la mayoría de los edificios...
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