Suele decirse que la política hace inesperados compañeros de cama. El aforismo es aún más pertinente para los arquitectos que están a la sombra del poder, sobre todo si aspiran a conseguir grandes encargos del Estado. Los políticos, por su parte, demuestran una tendencia innata hacia el monumento —sobre todo al monumento a su persona o su gestión—, con lo que tarde o temprano acaban encontrándose con los inevitables arquitectos.
Esta historia, que es de sobra conocida, se escribe ahora en Venezuela, y es Nicolás Maduro el que ha buscado la compañía de dos indiscutibles figuras del starsystem internacional para acometer sendos encargos emblemáticos. El primero, el ‘Gran Parque Hugo Chávez’ —800 hectáreas en las que se construirán una universidad y dotaciones deportivas— ha sido adjudicado a Richard Rogers, un arquitecto de simpatías izquierdistas a quien puso en contacto con el finado Chávez el primer alcalde laborista de Londres, Ken Livingstone. El segundo ha correspondido a Frank Gehry: dos grandes salas de concierto que formarán la sede en Barquisimeto de uno de proyectos más apoyados por el ‘Chavismo’, el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela, que es una eficiente red de enseñanza y difusión de la música culta con fines sociales. Al parecer, ha sido su joven y mediático director, Gustavo Dudamel, quien ha presentado a Gehry a Nicolás Maduro. Los tres (el último ataviado con su inevitable bufanda bolivariana) acaban de anunciar el proyecto.