Cuando tenía 18 años, Francis Kéré ganó una beca para formarse como carpintero en Alemania, pero el hecho de que en su país, Burkina Faso, no hubiera apenas madera, le hizo decantarse por estudiar una carrera que le pareció más útil: arquitectura. Ahora, convertido en una figura internacional que dirige un estudio en Berlín, Kéré ha vuelto, en cierto modo, a sus orígenes, con su propuesta para el pabellón estival de la Galería Serpentine en Londres: una pérgola de madera a la que rodea una extraña cerca azul, y que se apoya, como si fuera un gran árbol, sobre un tronco metálico inquietantemente liviano. La del árbol no deja de ser una metáfora manida, y recurrir a la calidez empática de la madera no es lo que se dice arriesgar. Pero, en manos de Kéré, ambos motivos —el metafórico y el material— siguen siendo eficaces, en la medida en que, en el contexto de la sofisticación un tanto frívola típica de los pabellones de la Serpentine, recuerdan el valor de las cosas sencillas y apuntan al sentido cívico y contextual que está detrás de toda buena arquitectura. Por ello, pese a sus inconsistencias formales, sólo cabe desearle suerte al árbol de Kéré, que se inaugurará en junio en los Kensington Gardens.