El medio es el mensaje. McLuhan ilustró así que la manera en la que se transmite la información influye en la percepción de la misma. Quizás por ello las monografías de arquitectos, impulsadas por una era en la que edición y publicidad se superponen, se tornan en muchas ocasiones un indescifrable maremágnum de planos e imágenes donde el propio objeto toma más importancia que la obra arquitectónica. Frente a esto, Bernabad ha apostado por un ordenado discurso visual bajo una mirada única —todos los proyectos han sido fotografiados para la ocasión por Iñaki Bergera— que ayuda a comprender una trayectoria enraizada en el territorio aragonés y alejada hasta ahora de la ‘aldea global’.
En contra de las tendencias que tomaron protagonismo en la región del Ebro a comienzos de este siglo, el estudio formado por Francisco Lacruz y Alejandro San Felipe —junto con el ingeniero Daniel Abad— permaneció alejado de los focos y ajeno a la pléyade del star system y sus edificios icono para centrarse en el desarrollo de una arquitectura disciplinar y rigurosa, que parece desenvolverse con más soltura cuanto más alta es la cota de su localización. Si su dilatada obra se distribuye desde la tierra del Moncayo hasta los valles oscenses, es en los iniciáticos ejemplos pirenaicos donde mejor se entiende un lenguaje atento al lugar y preocupado por el construir y el habitar.
A lo largo del volumen, dividido en dos partes, el editor nos invita a emprender un primer camino de montaña, donde los edificios son sensibles a las tradiciones tipológicas, se adaptan a los climas locales y se condicionan por los materiales disponibles. En el camino de vuelta, el entorno es urbano, y prepondera el componente técnico o la investigación territorial. Completan el libro cinco ensayos que exploran las distintas vertientes de la oficina y que ayudan a entender una práctica de más de veinticinco años: una andadura que comenzó en las altas cumbres y que hoy ya trasciende las fronteras nacionales.