La nueva Llotja de Lleida hace de la forma su función. En eso hace honor al viejo lema de Jacob Bakema, cuya Aula Magna en la Universidad Tecnológica de Delft ha sido precisamente la referencia usada por la oficina holandesa Mecanoo para el Palacio de Congresos que ha levantado a orillas del Segre. Y la función de la forma es desde luego icónica, como ya reclamaban en 2005 las bases del concurso ganado por el estudio que dirige Francine Houben, especificando la necesidad de un ‘proyecto imagen’: un edificio emblemático con cuya imagen pueda identificarse la ciudad. La utilización de la arquitectura para el rebranding urbano, que se ha extendido como el fuego en hierba seca desde la inauguración del Guggenheim bilbaíno en 1997, es a todas luces legítima, por más que haya dado lugar a algunos ejemplos extremos. Pero aquí tiene una dimensión añadida, porque la adaptación eficaz de una pieza singular a un contexto histórico y urbano diferente subraya tanto la tenacidad resistente de las formas en el tiempo como la fertilidad de las continuidades en la enseñanza y la práctica arquitectónicas...