El autor nos sitúa en su punto de vista para volver a enfocar la aportación del arquitecto suizo. Otra vez Le Corbusier, pero pensado hoy, a principios del siglo XXI, como un intérprete de la técnica de su época, esa que se quería separar del arte y que empapaba el pensamiento de la modernidad revolucionaria y la estética de los ismos de 1900. La cuestión planteada es: cómo llegó Le Corbusier a una manera de pensar la arquitectura tan afín a la técnica. Y se muestra cómo a través de una vía muy personal, aprendió a hacer arquitectura y a hacer técnica. Adquirió y desarrolló un conocimiento de ambas, mirando con ojos especialmente abiertos (un solo ojo en su caso) a Grecia y a las máquinas modernas. Aunque su pedagogía o quizá su carácter suizo le movieron a traducir ese conocimiento en un sistema de reglas, desde los Cinco Puntos al Modulor, lo que nos sigue cautivando de su obra y posiblemente la gran aportación que sigue viva en tantos arquitectos es más bien esa capacidad de conocer y hacer arquitectura desde el arte y desde la técnica al mismo tiempo, y de experimentar voluntariamente en el proyecto a la arquitectura en su misma relación con la técnica. Lo que hace de la arquitectura una reflexión sobre su tiempo.