Este extraordinario libro recoge la labor de un prestigioso equipo en busca de anomalías. Compilado por uno de nuestros mejores cazadores de imágenes fantásticas, este ensayo establece un nuevo y penúltimo capítulo en la pequeña historia de las rarezas construidas. Porque esa pequeña historia de la construcción de hápax ha merecido siempre la atención de los estudiosos, pero cada vez desde un punto de vista propio de su tiempo. Como relato maravilloso o curiosidad antropológica primero, la construcción extravagante tomó en los años 60 el interés de lo marginal, y su contraseña era lo alternativo. En la época del cómic underground, la construcción de monstruos desarrolló con derecho propio toda una estética que había pertenecido en exclusiva al género fantástico de la ilustración, pero después, a partir de los 80, lo alternativo empezó a fundirse con lo caprichoso de la posmodernidad, de modo que la obra de algunos arquitectos competía en extravagancia y aun en aberración con las creaciones marginales.
Es una pequeña historia que siempre ha tenido su correlato en la Historia con mayúscula de la Arquitectura y de las Ciencias, como atestiguan los caprichos de Gaudí, las teosofías del Goetheanum de Steiner o el torreón místico de Jung. Ahora, en plena y asumida posmodernidad, esta revisión acuña el término margivagante para unas construcciones que, como siempre, interesan porque inspiran, porque traslucen pasiones creadoras y búsquedas formales legítimas, directas, contaminadas o no, inconscientes a menudo, pero todavía universales. Desde el principio de su labor, los margivagantes autores de estas obras parecen sentir la irresistible fascinación de la forma. Todo cuanto hacen les lleva a construir formas, y su extravagancia consiste precisamente en ignorar la propia de la construcción o en querer formas al margen de ella; incluso cuando quieren formas con estilos arquitectónicos, llevan a cabo simulacros que constituyen formidables críticas del símbolo. Desde la casa labrada en la piedra hasta la catedral, se persigue un modelo formal, pero sin el modelo de construcción correspondiente. La forma y la construcción se toman prestadas de repertorios independientes. Ya esta pasión virgen por la forma se le suma a menudo el descubrimiento de la representación animada. Las construcciones salen de su abstracción arquitectónica para representar seres vivos, a veces con el acierto de los primitivos que subyugaron a Picasso, a Lévi- Strauss y a medio siglo XX. La imaginería llega filtrada por múltiples capas culturales, pero la ingenuidad con que se manifiesta es, a veces, tan absoluta como la de tanta gente frente a nuestras novísimas arquitecturas. Por eso se agradece que, en este libro, un poco cajón de sastre y un poco ensayo erudito, Ramírez y sus doctos colegas nos presten sus ojos para mirar lo raro con un profundo interés.