Lo más parecido a un arquitecto que construye para sí mismo es un escritor que lleva un diario. Como se sabe, ningún escrito es completamente privado ya que nadie trabaja pensando en tener a la papelera como interlocutor. Pero la ficción de la soledad es un convincente estímulo para la creatividad y la confidencia: sin espectadores que opinen, sin clientes que interfieran, sin críticos perorantes, el lápiz y la pluma no se comportan de la misma manera. La obra así hecha es más densa, más cuajada de rasgos biográficos e incomparablemente más elocuente...[+]