Opinion 

Carnival in Lent

Luis Fernández-Galiano   /  Source:  El País
31/12/2009


La Expo de Shanghái propone prolongar el carnaval al tiempo de Cuaresma. Cuando buena parte del mundo sufre aún los efectos de la crisis financiera, y todo él se enfrenta al impacto del cambio climático y a las mutaciones del modelo económico, energético y territorial que las circunstancias imponen, China vuelve a asombrar al planeta con la Feria más grande jamás celebrada, un evento XL que exhibe la extraordinaria musculatura del País del Centro. Dos años después de los Juegos de Pekín, esta olimpiada económica refuerza el protagonismo financiero y logístico de Shanghái con una inversión en infraestructuras —una nueva terminal aérea, un cinturón de autopistas, 250 kilómetros de metro y un remodelado frente fluvial— que supera los 30.000 millones de euros, amén de 3.000 millones (más del doble que los Juegos) en la Expo misma, que ocupa una superficie veinte veces mayor que la de Zaragoza y espera recibir entre 10 y 15 veces más visitantes que la celebrada en el año 2008 en la capital aragonesa.

Esta exposición colosal, que bate el récord histórico de participación con 189 países, agrupa a un turbión de pabellones efímeros —de las caligráficas, serpenteantes y flamencas escamas de mimbre que representan a España, hasta el bucle ciclista de Dinamarca, las dunas doradas de los Emiratos, la tipografía pixelada de Corea o la sugerente y lírica catedral de semillas británica— a la sombra de la titánica construcción permanente del anfitrión: una pirámide invertida de rojo desafiante que apila piezas prismáticas para recordar con su megaestructura la delicada construcción lígnea tradicional. La tradición, sin embargo, queda lejos en esta ciudad erizada de rascacielos, que crece con un ritmo incontenible, y cuyo dinamismo violento borra las huellas del pasado igual que ha desplazado a 55.000 personas para liberar el solar de la Expo a orillas del Huangpu, evidenciando que el amable lema del evento (‘mejor ciudad, mejor vida’) no es incompatible con el expeditivo autoritarismo de sus gestores políticos.

Pero esta megacita planetaria, que desafía con su dimensión la creciente irrelevancia de las exposiciones universales —reemplazadas en su faceta comercial por el hiperconectado mercado global, y en la recreativa por la industria contemporánea del espectáculo—, es hoy sobre todo un vehículo del orgullo patriótico, y con ella China proclama su nuevo lugar en el mundo: la concurrencia unánime de naciones supone a la vez un reconocimiento del auge chino y el deseo de promover sus respectivas ‘marca-país’ en ese gran mercado. Dentro de China, la Expo manifiesta también el vigor de las élites de Shanghái —defensoras de una economía sin trabas y una política exterior sin complejos— frente al cauto populismo que en Pekín representan el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao: al cabo, la gobernanza global —de la estabilidad monetaria y financiera a los acuerdos sobre el clima— va quizá a depender de los equilibrios internos en China entre la pirotecnia del carnaval y la vigilia de la Cuaresma.

Included Tags: