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Pekín Olímpico. China es una potencia mundial de facto. Con un crecimiento económico sin precedentes, afronta con la celebración de los Juegos Olímpicos un reto que le otorga a la vez afirmación nacional y legitimación global. Dos artículos analizan el desarrollo del país, que tiene asegurada una presencia internacional fulgurante en las próximas décadas, y el de la capital, que se ha beneficiado del evento deportivo para modernizar sedes e infra-estructuras. Un mapa ayuda a ubicar los nuevos equipamientos de la ciudad.
Sumario
Rosemary Righter
Al rojo blanco
China, milenio resplandeciente
Thomas Campanella
Mejoras capitales
Pekín en la globalización
Mapa-guía
Equipamientos olímpicos
Tema de portada
Escala ideológica. La arquitectura actual en China no es sólo ostentación del creciente poder político y económico del país, sino que corresponde también a la efervescencia intelectual del momento y a la voluntad de modelar una nueva identidad nacional. Seis extranjeros han contribuido a esta labor: el lord británico reúne en el colosal aeropuerto símbolos y colores tradicionales chinos; el autor francés envuelve su teatro ovoide con una membrana de titanio y vidrio; el despacho suizo presenta el estadio como un icónico nido de ramas de acero en el Parque Olímpico, junto a las piscinas de fachada burbujeante del equipo australiano; el estudio holandés reinterpreta la tipología de rascacielos en su sede para la televisión estatal; por último, en el ámbito privado, el arquitecto norteamericano construye un complejo residencial interconectado.
Arquitectura
Norman Foster
Aeropuerto Internacional
Paul Andreu
Gran Teatro Nacional
Herzog y de Meuron
Estadio Nacional Olímpico
PTW Architects
Centro Nacional de Natación
OMA/Koolhaas y Scheeren
Sede de la CCTV
Steven Holl
Complejo Linked Hybrid
Argumentos y reseñas
Diseño urbano. Los cambios políticos, culturales y económicos en China han transformado el perfil de sus ciudades; la sociedad emergente, plenamente consumista, aspira a la creación de una marca de diseño propia.
Arte / Cultura
François Chaslin
La ciudad china en mutación
Tim Adams
Diseño ‘made in China’
Disidencia artística. Dos creadores chinos de renombre internacional han colaborado en los Juegos: Ai Weiwei en el diseño del estadio y Cai Guo-Qiang en las ceremonias de apertura y clausura de los eventos olímpicos.Laia Manonelles
Ai Weiwei, un artista plural
Marisa Bartolucci
El ‘big bang’ de Cai Guo-QiangCírculo vienés. El sociólogo Otto Neurath fue protagonista de los debates urbanísticos de entreguerras y pionero destacado de la era de la información con su defensa de la creación interactiva y sus pictogramas estadísticos.Historietas de Focho
Ieoh Ming Pei
Autores varios
LibrosÚltimos proyectos
Volúmenes justos. La modernización de las sedes judiciales españolas ha impulsado la construcción de nuevas ciudades de la justicia. En Madrid, ocho despachos locales, el neoyorquino de Pei y cuatro londinenses, Foster, Rogers, Hadid y FOA (con dos equipos que repiten) presentan quince piezas cilíndricas; en Barcelona, otro estudio británico completa un conjunto de bloques lineales.
Técnica / Diseño
Emilio Tuñón
Las nuevas sedes judiciales
Quince equipos
Campus de la Justicia, Madrid
David Chipperfield / b720
Ciudad de la Justicia, Barcelona
Para terminar, las grandes obras promovidas por la celebración de los Juegos Olímpicos en una China escasamente democrática suscitan la polémica sobre la legitimidad de proyectar para regímenes como el de Putin en Rusia, las autocracias de algunas repúblicas ex-soviéticas o los Emiratos del Golfo, zonas todas ellas que conocen hoy un extraordinario auge constructivo.Productos
Baños, techos, tarimas
Resumen en inglés
Pekín Olímpico
Luis Fernández-Galiano
Los mejores y los peores
Luis Fernández-Galiano
Extraños en Pekín
Los Juegos Olímpicos de 2008 certifican simbólicamente el protagonismo de China en el mundo de hoy: la mayor nación de la tierra exhibe su poder económico y su capacidad organizativa a través de un evento deportivo, político y urbano que sitúa al ‘país del centro’ en el centro del escenario global. Al mismo tiempo, las colosales construcciones promovidas por el acontecimiento —diseñadas sobre todo por extranjeros— hacen del Pekín olímpico un formidable laboratorio de arquitecturas que permiten tomar la temperatura a una disciplina febril. Elevándose sobre un paisaje de violento crecimiento inmobiliario y oceánica devastación urbana, que ha hecho desaparecer buena parte del tejido tradicional de hutongs y casas-patio, las cinco grandes obras de iniciativa pública impulsadas por la cita con los cinco anillos —a las que aquí se añade un sexto proyecto de promoción privada como ejemplo de la ebullición constructiva del país— suministran emblemas del auge de China, pero también ilustran el actual debate de la arquitectura.
El aeropuerto de Norman Foster, con su exacto diagrama de flujos y una levedad luminosa inesperada en la que a fin de cuentas es la mayor construcción del planeta, muestra la testaruda vigencia de la modernidad; una actitud estética no ajena al Teatro Nacional del polytechnicien y también autor aeroportuario Paul Andreu, cuyo elipsoide nacarado de vidrio y titanio sobre el agua evoca de forma inevitable esa monumentalidad geométrica francesa que solemos remitir a Boullée. Posmodernas en su figuración epidérmica de mallas azarosas son, en contraste, las dos grandes obras deportivas del Parque Olímpico: el extraordinario estadio de Herzog y de Meuron, convertido en un icono instantáneo de los Juegos —a la vez tectónico y pirotécnico—, a través de una gigantesca madeja que teje el acero para conformar lo que se ha asociado a un nido íntimo y titánico; y las seductoras piscinas de PTW, conocidas como el cubo de agua por haber revestido su recinto prismático con una piel traslúcida de mullidas células o burbujas realizadas con ETFE. Y dubitativos entre la posmodernidad epitelial y la modernidad heroica son los dos proyectos en altura, el poderoso logo en forma de marco doblado construido por OMA para sede de la CCTV, con su expresión caligráfica de los esfuerzos estructurales y sus alardes gimnástico-formales, en una tradición que se extiende desde el Wolkenbügel a la Max Reinhardt Haus, pasando por las torres KIO; y el Linked Hybrid de Steven Holl, ocho torres enlazadas que unen la abstracción metafísica de su bodegón residencial y el dinamismo técnico de sus pasarelas fabriles, en la estela de las que admiramos en la fábrica Van Nelle o la Pompeia.
Esta legión extranjera de excelencia —tan sólo el artista chino Ai Weiwei figura destacado en los créditos, como colaborador ilustre en el proyecto del estadio— ha procurado interpretar las necesidades y peculiaridades del país, pero ha usado también esta ocasión tan singular para construir con su propio lenguaje y para trasladar a la capital de China los dilemas presentes de la arquitectura occidental. Europeos en su mayoría —británicos, franceses, suizos, holandeses y aun alemanes si hubiéramos incluido el gran eje urbano diseñado por Albert Speer Jr.—, con la presencia testimonial de un equipo australiano y otro norteamericano, esta reunión de talento foráneo excluye significativamente a los asiáticos— sin duda porque era impensable otorgar encargos esenciales a japoneses, con diferencia los arquitectos más cualificados del continente—, aunque no por ello deja de resultar representativa del momento actual: este Pekín habla tanto de China como de una arquitectura global indecisa entre la función y el espectáculo.