Al igual que otras dotaciones semejantes en Londres, Barcelona o Róterdam, el puerto de Aarhus —el principal de Dinamarca y uno de los mayores de Europa— está abandonando su condición industrial para convertirse en un barrio híbrido incorporado del todo a la ciudad. A tal transformación contribuyen proyectos como el de estos 208 apartamentos agrupados en una serie de piezas fragmentadas y de volumetría facetada que, con sus vacíos y planos inclinados, recuerdan a una sucesión de colinas y valles, y cuyo inmaculado color blanco justifica el nombre metafórico que se ha dado al conjunto: el iceberg.

Ni la fragmentación ni la geometría son azarosas; responden a una interpretación de las ordenanzas que disloca la disposición convencional en manzana cerrada para buscar el necesario soleamiento y las espectaculares vistas sobre el puerto, sin renunciar a la densidad. El movimiento en pos del sol y del agua se combina además con una estrategia de integración urbana, por el cual, gracias a su partición en unidades menores, el edificio se adapta a la escala del contexto y se abre a los recorridos urbanos, continuándolos por el interior de la manzana y permitiendo a la postre con sus quiebros y dislocaciones una tipología residencial flexible y diversa. El color blanco que tiñe los volúmenes disuelve todo el conjunto en un juego imprevisible de reflejos.