Las minas de Zollverein se convirtieron, tras su clausura en 1986, en un santuario de la arquitectura industrial, y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2001. OMA recibió el encargo de desarrollar un plan maestro para dar un uso contemporáneo al complejo.

El mayor de los edificios, un paralelepípedo de 91x34x37 metros dedicado al lavado del carbón, se reconvirtió en un centro de visitantes y en el nuevo Museo del Ruhr. El proyecto se abordó como mera reorganización, manteniendo la vieja maquinaria y los antiguos recorridos; así, de la misma manera que el carbón se transportaba por cintas mecánicas hasta la última planta y era conducido hacia abajo en su proceso de limpieza, los visitantes se elevan hasta 24 metros de altura por una gran escalera mecánica y desde allí descienden por las escaleras interiores.

La imposible adecuación de la fachada existente a las actuales condiciones de confort motivaron la decisión de recubrir el frente de hormigón con aislamiento y cubrirlo con mortero. Esto, sin embargo, implicaba que ya no quedara enrasada con los viejos cerramientos de ladrillo, por lo que se decidió que fueran desmontados y reconstruidos 14 centímetros hacia el exterior, pudiendo así además quedar correctamente aislados y acoger instalaciones.