Este edificio, perteneciente a una antigua finca agrícola clasificada como quinta de recreo, estuvo abandonado durante décadas. Originalmente, albergaba una bodega y las viviendas del personal que trabajaba en la propiedad. Su configuración inicial consistía en varios cuerpos fragmentados, conectados mediante escaleras, lo que generaba una disposición espacial dispersa.

El proyecto de rehabilitación, aunque implicó una profunda transformación, respetó el uso mixto original de bodega y vivienda, integrándolo ahora en una única vivienda. Las normativas urbanísticas restringían cualquier modificación del volumen construido, así como de las fachadas y la cubierta, por lo que se optó por conservar únicamente los muros perimetrales. En el interior, se introdujo una nueva estructura de hormigón pigmentado en azul que, emergiendo desde el sótano —donde aún se ubica la bodega—, asciende a través de una escalera helicoidal, formando los forjados de las plantas superiores.

Esta intervención redefine completamente el espacio interior. En la planta baja, un espacio diáfano integra cocina, comedor y sala principal, todos organizados en torno a la escalera. En el nivel superior, los dormitorios se sitúan en los extremos, mientras que un salón auxiliar, iluminado por un lucernario central, aporta luz natural al corazón de la vivienda.