En Matadepera, una localidad situada en la comarca del Vallés Occidental, en la provincia de Barcelona, una joven pareja levantó su primer hogar en una parcela de 600 m², que formaba parte de otra mayor propiedad de su familia. Ubicada a los pies del majestuoso macizo de Sant Llorenç del Munt, la vivienda destaca por su integración con el entorno y su diseño arquitectónico modular.

Con una superficie construida de 143 m², la casa se ubica entre dos viviendas unifamiliares vecinas, preservando su intimidad gracias a su distribución. El proyecto se estructura en torno a nueve módulos idénticos dispuestos en un eje escalonado este-oeste. Esta organización permitió conservar los árboles existentes, orientar el mayor número de habitaciones hacia el sur y mantener una separación visual y funcional con las construcciones adyacentes.

La vivienda ha sido concebida con una clara vocación de flexibilidad: los módulos pueden vivirse como un espacio continuo o dividirse en zonas independientes, adaptándose a las necesidades cambiantes de sus habitantes. Las conexiones múltiples entre ellos refuerzan la sensación de amplitud y permiten relaciones visuales abiertas en todas direcciones, favoreciendo una integración fluida con el jardín.

El diseño incluye pérgolas vegetales que prolongan la retícula estructural hacia el exterior, fortaleciendo el vínculo con la naturaleza. En el núcleo del hogar, un módulo central más alto facilita la captación solar en invierno y la ventilación cruzada en verano, favoreciendo un clima interior confortable todo el año.

Construida con muros de carga de ladrillo, suelos de hormigón y techos abovedados, la vivienda aprovecha la masa térmica del edificio para regular de forma pasiva la temperatura interior. Este enfoque bioclimático, junto a la orientación solar y las soluciones de ventilación natural, aseguran eficiencia energética y confort térmico en todas las estaciones