Ubicado en el condado de Columbia, en la parte este del estado de Nueva York, el proyecto abarca más que la construcción de una casa y propone una ambiciosa intervención paisajística en una extensión de terreno de más de treinta hectáreas. En la vasta pradera se proyectan distintas zonas para disfrutar de la naturaleza, con senderos para pasear, conjuntos escultóricos, una piscina e incluso pastos para los ganaderos locales. Dentro de este paraje, la vivienda se incrusta en una de sus laderas y emerge fragmentada en varias construcciones, que varían su sección, sus dimensiones y se asientan ligeramente giradas entre sí.

La entrada a la zona residencial se realiza por la parte superior, a través de un pequeño edificio elevado que conduce al pasaje vertebrador de todo el conjunto. De este modo, el programa se distribuye de manera lineal, con un corredor quebrado que une los cuatro dormitorios, la cocina, el salón y el comedor. Cada una de estas cajas se distribuye en torno a un gran ventanal, que conecta directamente con el exterior y ofrece vistas sobre las montañas de Catskill. Si en el exterior los volúmenes se revisten con un abstracto cerramiento negro, en los acabados interiores la paleta cromática se reduce al blanco, a excepción del comedor revestido por paneles de madera.