Inspirada en el escarpado paisaje circundante, en una ladera de la isla de Mallorca, la casa de verano se fragmenta en una composición de volúmenes que se despliega a medida que desciende hacia la cercana costa del mar Mediterráneo. Se accede a la vivienda desde su extremo noroeste, en el punto más alto de la parcela. Las distintas piezas que configuran la residencia se agrupan en tres grandes bloques desarrollados en dos plantas y sótano, adaptando su posición a la cambiante topografía, y conectados por una plataforma integradora a 22 metros sobre el nivel del mar.

El bloque este contiene la entrada, la caja de escaleras y los dormitorios principal y de invitados. El situado al oeste actúa como el elemento central de la configuración, un volumen que se comprime horizontalmente para conectar los bloques este y norte. Esta pieza alberga el estar y tres dormitorios enfrentados para crear un vacío de luz que ilumina el patio del nivel inferior. Los huecos se orientan hacia este patio para conseguir una mayor introspección, cediendo las vistas hacia la costa para otras dependencias. El último bloque, situado en el norte, concentra las habitaciones para el conserje. La posición de este último volumen también logra enfatizar la relación del conjunto con el lugar.