La cordillera de Qingling constituye el telón de fondo de un territorio inmenso, en el que el paisaje de las lejanas y escarpadas cumbres se transforma en el cauce próximo del río, después de moldear pendientes intermedias. Su presencia asoma al valle de Jade y a una planicie de extensión casi infinita, y es aquí, en una loma a medio camino entre el río de cantos rodados y la montaña de rocas sin pulir, donde una casa hace acopio de unas y otras para confeccionar sus muros.

El objetivo a la hora de abordar el diseño de este hogar de programa convencional no fue otro que aprovechar al máximo las posibilidades de los materiales y métodos locales. El río golpea la montaña y la rompe en finas capas proporcionando abundante material de construcción que va depositando a su paso por el valle. La relación entre el agua y la piedra es tan estrecha que el color y el tamaño de los cantos se corresponden de manera precisa con el color y el grado de turbulencia del caudal. Esta riqueza de tonos y tamaños es el que se incorpora a la vivienda bajo la forma de muros y suelos y siguiendo, en la medida de lo posible, los dictámenes de la arquitectura vernácula. Un patio proporciona el acceso a la vivienda, de planta rectangular, en la cara sur. La distribución de espacios es sencilla: salón, comedor, cocina, baño y cuarto de invitados en planta baja, y tres dormitorios, baño y estudio en la planta primera; son los paños de bambú trenzado, barnizado con tonos naturales, los que confieren al interior un carácter reposado. En el exterior, las piedras, transportadas desde los bordes del cauce por albañiles locales se emplean para fabricar tres tipos de muros: uno primero, de retención, que rodea el solar; uno segundo, de protección (a modo de valla) que envuelve la casa, y en él que las piedras, unidas por medio de una estructura de cemento con barras de atado embebidas, se pueden observar en ambas caras; y por último, el muro de cerramiento: aquí la estructura de pórticos de hormigón, que sigue módulos de 4 x 4 metros, enmarca paneles confeccionados con piedras seleccionadas y colocadas en función de su color, componiendo una fachada en la que los tonos imponen el ritmo.

Los huecos se abren de suelo a techo con carpinterías metálicas: hacia el sur, componen una fachada completamente acristalada, protegida del sol por contraventanas móviles de bambú pulido y barnizado con tono de madera de arce, algo más rojo que el empleado en el interior. En el costado oriental, el agua que en su día transportó las piedras permanece entre ellas como piscina de verano... [+]