Como tantas veces en la arquitectura del siglo XX, un pequeño ejercicio doméstico—una casita para invitados— acaba siendo un espléndido ejemplo. Una ampliación para los hijos y los nietos, una casa de muñecas, añadida a un rectángulo exacto: la villa original de Philip Johnson, al otro lado del jardín.

Este programa da como resultado una de las composiciones más equilibradas de Frank Gehry. A diferencia del resto de su obra, no existe aquí el recurso al desplome. La casa se configura como una composición de elementos tranquilamente asentados en el plano de césped. Si la villa inicial obra de Johnson (quien rehusó añadir él mismo este pabellón) es un prisma cartesiano, el pabellón es como un bodegón de Morandi. En efecto, las piezas del pabellón tienen una analogía formal con las botellas y las cajas del pintor italiano amigo de lo metafísico...[+]