El objetivo del proyecto era aparentemente sencillo: dotar la ciudad burundesa de Muyinga (algo más de 100.000 habitantes) de su primera biblioteca. Todo partió de un estudio de campo en el que se analizaron los materiales y técnicas locales, así como los tipos edificatorios más comunes y mejor adaptados. Estos datos definieron el esquema básico de la biblioteca, y aseguraron que su construcción fuese viable. Inspirándose en las casas tradicionales burundesas, el edificio está formado por dos alas: la primera funciona como un porche semiexterior y sombreado, y es un espacio social; la segunda, que se abre a las vistas sobre el paisaje de las cercanas milles collines, corresponde propiamente a la biblioteca. Conectados entre sí, ambos recintos se rematan en un testero con porticones que se abren o cierran en función del uso y el clima, y que tienen una importante función representativa: señalar a la población cuándo está en funcionamiento el edificio.

La solución constructiva está determinada por la decisión de utilizar bloques de tierra compactada en los muros de carga, y teja de cerámica local en las cubiertas. Esta combinación conduce a una estructura robusta, conformada por machones separados a intervalos iguales de 1,30 metros, entre los cuales se dispone a modo de plementería un muro protegido del sol por un alero muy saliente, y perforado en su parte superior para favorecer la ventilación cruzada.