Levantado en el duro paisaje de la meseta castellana, el edificio se delimita con una adusta cerca de bloques de hormigón, tras la cual se adivina un jardín que sugiere metafóricamente la idea de un oasis. Esta referencia se refuerza por el diálogo entre la hosquedad del muro exterior y la calidez de los espacios interiores, cuyo diseño busca sustituir la idea convencional de la ‘residencia de ancianos’ por un tipo inspirado en una aldea o una pequeña ciudad interior.

El conjunto no está conformado por habitaciones, sino por casas idénticas e inmaculadamente blancas que se agrupan de una manera en apariencia arbitraria para subrayar su individualidad y la de cada una de las personas que las habitan. Por su parte, los pasillos se transforman en calles y pequeñas plazas de escala amable que permiten una relación próxima con el vecino a fin de recuperar los modos de socialización de la cultura popular. Todo el pequeño pueblo se abre a un jardín plantado de césped, rosales y acacias, cuya amplitud permite la apertura al cielo, que de este modo se convierte en el principal objeto de contemplación de los residentes

Por lo demás, el proyecto se resuelve con una paleta de elementos y materiales que refuerzan la poética modestia del edificio: muros enfoscados y pintados, cubiertas inclinadas de zinc y pavimentos de terrazo...
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