Facebook Campus en Menlo Park
Por Christopher Hawthorne


Hay un par de maneras de explicar cómo Frank Gehry terminó por proyectar un edificio muy grande pero sorprendentemente honesto para Facebook en Silicon Valley.

La primera es que Gehry, de 88 años, y Mark Zuckerberg —el fundador de Facebook—, de 33, comparten su inclinación por el diseño informal y sin pretensiones: el magnate tecnológico, que ha convertido las sudaderas con capucha en su marca personal, encontró una afinidad con el arquitecto que obtuvo un temprano reconocimiento por hacer muebles de cartulina. Después de visitar las oficinas-almacén de Gehry en Beatrice Street, en el Westside de Los Ángeles, Zuckerberg le dijo que quería para Facebook, en esencia, lo mismo, pero a una escala mucho mayor.

La segunda tiene menos que ver con el gusto por el diseño y más con una red social. Según Gehry, su íntimo amigo Bobby Shriver —sobrino de John F. Kennedy y cuñado de Arnold Schwarzenegger— sugirió a su otra amiga, Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, que el arquitecto y la empresa tecnológica podrían hacer buenas migas.

Para comprender el nuevo edificio de Facebook es útil tener ambas historias en mente. Este es, de hecho, un retroceso interesante hacia los experimentos simples, hechos rápido y ad hoc, de los inicios de la carrera de Gehry. Al mismo tiempo, hay algo absurdo en la idea de que la arquitectura podría convertir Facebook —cuyo valor de mercado ronda hoy los 225.000 millones de dólares— en un equipo modesto y sin pretensiones, o permitirle siquiera interpretar ese papel de forma plausible.

Hemos olvidado el salto generacional entre Gehry y Zuckerberg. Y es en ese salto entre estas dos imágenes de Facebook —la empresa como una plataforma digital rudimentaria y accesible y el gigante de Silicon Valley, conectado incluso en lo político— donde el diseño cobra sentido, tanto para la compañía como para un arquitecto ya en el tramo final de su carrera.

La obra de Gehry ocupa casi 90.000 metros cuadrados y atraviesa una amplia intersección situada junto a las oficinas existentes de la empresa, en un campus corporativo anodino que un día perteneció a Sun Microsystems (un túnel subterráneo conecta las dos sedes). Visto desde el exterior, el campus se extiende a lo largo de más de 450 metros por la Bayfront Expressway. La nueva oficina es una obra extremadamente contenida, una especie de no-edificio que ya está, en gran parte, rodeado por árboles; y que irá desapareciendo aún más a medida que estos crezcan.

El proyecto se compone de tres capas horizontales. El aparcamiento se encuentra en la planta baja. Encima, levantadas sobre docenas de patas de hormigón, están las oficinas, que ocupan una pastilla larga y estrecha, de una planta de altura. La cubierta-jardín (diseñada por el estudio de paisajismo CMG) cuenta con senderos peatonales, robles y campos de flores silvestres.

El edificio cubre más de 40.000 metros cuadrados, un área suficiente para rellenar una torre de oficinas de tamaño medio. Al atravesarlo, se percibe que está diseñado más minuciosamente de lo que revela en un principio, a pesar de sus sencillos suelos de hormigón y sus conductos a la vista. Las pasarelas serpenteantes generan la sensación de estar paseando por una aldea interior exclusiva y abarrotada.

El techo tiene una altura de más de 7 metros, lo que permite la aparición de una serie de pequeñas estructuras dentro del espacio más grande, que albergan salas de conferencias, restaurantes y cafeterías (nadie en Facebook, ni siquiera Zuckerberg, tiene una oficina privada, como se me recordó en mi visita en más de una ocasión). Estos edificios en miniatura están construidos, en su mayoría, con materiales simples —yeso blanco y abeto Douglas— y con una geometría de cajas a juego con estos. En la medida en que rompen el enorme espacio con aspecto de almacén y sugieren una especie de urbanismo interior, estas cajas se remiten al proyecto de 2011 de Gehry para la New World Symphony en Miami Beach, que también esparce una colección de edificios-cabaña bajo un techo muy alto.

Esta especie de coreografía arquitectónica, con las estructuras más pequeñas dando forma a las circulaciones y creando vecindarios de espacio interior diferenciados, es complicada de manejar, y aquí se hizo con habilidad (entre los colaboradores de cabecera de Gehry se encuentran dos compañeros de su estudio Gehry Partners, Craig Webb y Gregory Sobotka; y un segundo equipo ya está trabajando en los proyectos de otros dos edificios para Facebook, situados justo al Oeste del nuevo). El interior del campus, con espacio para alrededor de 2.800 empleados, es más tranquilo de lo que se podría esperar.

Algunas zonas del exterior están revestidas con paneles de acero inoxidable. De no ser por esto, los únicos sitios en los que Gehry hubiera tenido espacio para ejecutar el tipo de gestos formales dramáticos o virtuosos por los que se ha hecho famoso habrían sido un par de pabellones de entrada. En cada uno de ellos, una escalera se curva y se retuerce a través del techo, lo que le da al edificio el tipo de carisma visual, carne de Instagram, que se evita en el resto de la obra. En este sentido, no es casualidad que, en el mes de marzo, cuando los empleados comenzaron a mudarse al nuevo edificio, la empresa invitase a un pequeño grupo de fotógrafos populares en Instagram, red social que Facebook adquirió en 2012 por 1.000 millones de dólares, a hacer un tour por las oficinas; las imágenes que postearon, incluidas muchas de las escaleras, le ofrecieron al público una primera ojeada del interior.

En el resto de la obra el énfasis se ha puesto en la franqueza y en una practicidad sin remordimientos (Facebook no ha revelado el coste del edificio). Cuando uno observa una de las secciones del interior, que atraviesa la zona de los escritorios, lo que se ve es sorprendentemente caótico: una vista densa de haces de acero sin pintar junto con cuerdas y cables que caen desde el techo, y las cabezas de los empleados medio escondidas tras monitores gigantes. Una gran diferencia entre las nuevas oficinas de Facebook y el estudio de Gehry es que el edificio de Menlo Park ofrece muchas vistas del mundo exterior, principalmente a través de ventanas dispuestas de suelo a techo.

La personalidad pretendidamente despreocupada de Gehry —en la medida en la que le gusta modificar el gusto burgués con combinaciones sorprendentes de forma y material; y también verse a sí mismo como un ser desvalido, incomprendido y todavía marginado— ha sido durante mucho tiempo un hecho, al menos de manera parcial. Ha sido, para el arquitecto, una manera de mantener —como si de un atleta estrella se tratase— su impulso y su ventaja incluso después de que su Pritzker de 1989 hubiese acumulado varias capas de polvo. Lo mismo se puede decir de Zuckerberg, quien abandonó Harvard en su segundo curso para trabajar a tiempo completo en la empresa que luego se convertiría en Facebook.

Ahora, por supuesto, el aire de las dos compañías se ha enrarecido, como deja claro la compacidad del árbol telefónico Gehry-Shriver-Sandberg-Zucker-berg. Pero la oportunidad de colaborar en este edificio ha reavivado de nuevo aquellas sensaciones. Gehry me contó que, en lo conceptual, el diseño de Facebook es lo más cercano que ha hecho en años a su propia casa en Santa Mónica, que envolvió con eslabones y metal corrugado y que sigue siendo el ejemplo más célebre de su interés por socavar la convención arquitectónica.

El matrimonio estético entre Zuckerberg y Gehry tuvo éxito porque permitió a ambas partes comprometerse con una ficción reconfortante. El trabajo que Facebook realiza —el código que subyace a sus páginas web— no es más despreocupado o menos refinado, en términos técnicos, que los dibujos arquitectónicos producidos por Gehry Partners, que deben cumplir estrictos códigos sísmicos y constructivos. La falta de pulcritud, cuando se trabaja a este nivel, es en sí misma una determinada clase de pulcritud.

Tampoco hay duda alguna sobre el hecho de que Facebook ve la arquitectura —se deduce de todas las maneras en las que el diseño de Gehry es genuinamente eficiente y se sitúa en la frontera del anonimato— como un modo de distinguirse de sus rivales de Silicon Valley. Apple contrató a Norman Foster para producir una sede con forma de anillo exquisitamente detallada, sin reparar en gastos. Google reclutó a Thomas Heatherwick y Bjarke Ingels, dos estrellas en alza, para diseñar un campus arbolado idílico bajo una cubierta ondulada de vidrio.

Para un campo, el tecnológico, que desde hace tiempo se enorgullece de los espacios de trabajo genéricos —garajes, dormitorios y parques suburbanos de oficinas—, esta emergente carrera armamentística arquitectónica es un cambio importante. A diferencia de Apple y Google, Facebook ha logrado conjugar ambas cosas: ha mantenido la estética ‘rápida y sucia’ de Silicon Valley, y ese carácter distintivo que viste con zapatillas y se alimenta de ramen; y al mismo tiempo la compañía también ha trabajado con uno de los arquitectos más famosos del mundo.

Ahora, Facebook es la orgullosa propietaria del que podría ser el primer edificio-trofeo corporativo de Estados Unidos en el que el trofeo se diseña de tal modo que llega rayado de antemano, con sus manchas y sus mellas cuidadosamente construidas.

Christopher Hawthorne es, desde 2004, el crítico de arquitectura de Los Angeles Times.


Obra Work: Campus de oficinas para Facebook en Menlo Park (California); Facebook West Campus Building in Menlo Park (California).

Arquitectos Architects: Gehry Partners.

Fotos Photos: Everett Katigbak; Facebook Corporate Communications; Jeff Hall; Amy Geddes; Jeremy Bitterman; Christophe Wu; Nick Otto; Jen Stark