Enredando las historias de Cataluña y Escocia desde el siglo xv hasta hoy, John Elliott ha escrito un libro a la vez actual e intemporal. Historia comparada en su versión más genuina, porque —como antes hiciese en sus estudios de Richelieu y Olivares o de los imperios español y británico— evita asignar capítulos en alternancia a las dos narraciones, trenzándolas entre sí y con la historia española, británica y europea hasta construir un relato único; e historia inmediata porque el eminente especialista en nuestro Siglo de Oro y de ceniza extiende su fresco hasta las más recientes vicisitudes del independentismo escocés tras el Brexit y del procés catalán tras la aplicación del 155. En cierto sentido, es también una historia lateral de las ‘monarquías compuestas’ británica y española desde una óptica periférica; y en sus últimos compases, es igualmente un registro de la democracia sentimental de nuestros días.
Elliott cita a su admirado Jaume Vicens Vives —cuya prematura muerte le impidió culminar su empeño en despojar la historia catalana de mitología y victimismo—, interpretando el devenir de Cataluña de forma irónicamente esencialista en términos de seny y rauxa, y muestra de qué manera las fantasías, la falsa historia y las informaciones falsas pueden ser ampliadas por las redes sociales para provocar movilizaciones en defensa de causas con gran impacto emocional, haciendo de la rauxa el detonante de esas mareas populistas, alimentadas por los programas de catalanización iniciados por Jordi Pujol y por las campañas de hostigamiento e intimidación de las voces críticas.
El historiador británico reprocha a Rajoy haber dado, como Felipe II, ‘tiempo al tiempo’, y deplora también la ambigüedad socialista, pero tiene claro que «la responsabilidad mayor de esta trágica situación recae en parte de las élites catalanas», que ignorando la ley siguieron adelante, cualesquiera que fuese el precio a pagar. «Una sociedad próspera, amistosa y abierta, al resto de España y al mundo, se volvió sobre sí misma y comenzó a desgarrarse», dividiendo a familias y abriendo brechas de incomprensión y recriminación mutua entre unionistas y secesionistas. «El nacionalismo catalán, pese a su rostro sonriente, fue incapaz de ocultar la fealdad que había tras la sonrisa.» Con esta frase cierra Elliott su último capítulo, que destaca también las diferencias entre el actual independentismo catalán y el escocés, al que atribuye mayor base histórica, homogeneidad política y respeto por la ley.
La estrecha relación del profesor emérito de Oxford con Cataluña, que se inició en los años 60 del pasado siglo con su tesis doctoral, publicada bajo el título The Revolt of the Catalans, dota a su relato de los hechos, y a sus juicios sobre comportamientos, circunstancias y causas, de una autoridad indudable. Admirablemente escrito —aunque quizá exagera John Robertson cuando afirma que ningún historiador desde David Hume ha usado un inglés tan claro y elegante, lo que situaría a John Elliott por delante de Edward Gibbon y Thomas Macaulay—, sólidamente investigado y esforzadamente ecuánime, Scots & Catalans (que aparecerá en español como Catalanes y escoceses. Unión y discordia) será leído por muchos desde el interés por las crisis contemporáneas, pero su valor histórico e intelectual supera con mucho la circunstancia coyuntural, por más que esta lo haga singularmente pertinente.