La muerte de Marc Fumaroli —un elocuente defensor de la cultura europea sin fronteras—, ha coincidido con la aparición de Los europeos, el gran libro del historiador británico Orlando Figes sobre la difusión de la cultura cosmopolita en el continente, y esta circunstancia anima a revisar un título esencial del polígrafo francés, La República de las Letras, donde las raíces de la internacionalización de autores, artistas y músicos en el siglo XIX se buscan en el ajetreado tráfico de escritores y eruditos durante los tres siglos anteriores. Pese a ser libros muy diferentes (el de Figes es casi novelesco, apoyado en las peripecias de tres protagonistas de esa escena cultural, mientras el de Fumaroli reúne un conjunto de ensayos que iluminan diferentes momentos y escenarios) ambos autores ponen énfasis en los factores materiales que permitieron crear el fértil intercambio del que surgió la conciencia de una cultura común: Figes el ferrocarril, que acortó el tiempo e incrementó la seguridad de los desplazamientos; y Fumaroli las postas, que facilitaron los viajes y el transporte de correspondencia.
Tras las desapariciones de Harold Bloom el 14 de octubre y de George Steiner el 3 de febrero, la de Fumaroli el 24 de junio cierra un curso dramático para el pensamiento contemporáneo, porque esos tres gigantes se levantaban en un paisaje de escombros. La anglofilia del autor de La angustia de las influencias, el carácter extraterritorial de quien escribiera Gramáticas de la creación o el enraizamiento en la cultura francesa de quien redactó Las abejas y las arañas para ilustrarnos sobre la querella de los antiguos y los modernos no los hace a los tres menos cosmopolitas o menos conscientes de la naturaleza solidaria de la cultura occidental que se alumbra en Europa. Bloom pensaba que todo podía hallarse en el autor central de su canon, Shakespeare; Steiner llegó a resumir las instituciones, ideas y costumbres del viejo continente en La idea de Europa; y Fumaroli ha expresado su compromiso con la República europea de las letras explorando sus orígenes ilustrados y su soporte en la antigüedad grecorromana.
El ensayista francés, que censuró la condición religiosa de la cultura contemporánea en su polémico El Estado cultural y viajó al mundo de las artes y las imágenes en el fascinante París-Nueva York-París, agrupó sus textos sobre los sabios errantes que unificaron culturalmente Europa en La República de las Letras, un volumen preparado a instancias de Jaume Vallcorba, el desaparecido director de Acantilado, y que apareció en la editorial catalana dos años antes de hacerlo en Gallimard. En él se presenta esa ‘ciudadanía ideal’ de las letras que cristalizaría en las Academias, la conversación erudita entre sus protagonistas y el papel de los viajes y la correspondencia para materializar el Parnaso del ocio letrado. Esa red social de peregrinos académicos, con protagonistas como Nicolas-Claude Fabri de Peiresc, el conde de Caylus o el presidente de Brosses, tuvo inevitablemente un carácter elitista y minoritario, pero puso el soporte sobre el que se edificaría la masiva difusión y fertilización cruzada del siglo XIX, que es la que describe Figes.
Los europeos usa como hilo conductor de su historia las vidas del coleccionista y crítico de arte francés Louis Viardot, su esposa la cantante lírica de origen español Pauline Viardot, y el amante de ésta, el escritor ruso Ivan Turguénev. Movidos en buena medida por los compromisos de la soprano (una auténtica diva de su tiempo, hija del tenor español Manuel García y hermana de la también celebérrima cantante María Malibrán) en los teatros de ópera de media Europa, los viajes del trío sirven a Figes para cartografiar el surgimiento de una cultura común en el continente, desde la Andalucía pintoresca que fascina al marido de Pauline y hasta la Rusia despótica que reflejan los Relatos de un cazador. En este momento de decepción y esperanza en una Europa indecisa frente a la crisis sanitaria y decidida frente a la crisis económica, resulta estimulante recordar la red de lazos culturales que une a sus ciudadanos y a sus creadores.
