Desde su creación en 1960, el Bauhaus-Archiv es el principal custodio del legado de la escuela de entreguerras: un centro de investigación que conserva y gestiona la mayor colección de archivos de múltiples Bauhäusler. En su condición de Museum für Gestaltung, es además desde 1979 hasta hoy una institución con vocación divulgadora, obligada a tender puentes entre el mundo académico y los imperativos de la política cultural de la República Federal de Alemania o del márketing urbano de Berlín. La historia de la recepción de la Bauhaus en gran medida corre pareja a las exposiciones y los catálogos producidos por el Bauhaus-Archiv. De ahí la gran expectación suscitada por la actual exposición ‘Original Bauhaus’, presentada tardíamente en la Berlinische Galerie a modo de conmemoración oficial que viene a dar el cierre al estruendoso centenario que hemos vivido.
En contra de lo que podría sugerir el título, la comisaria y editora Nina Wiedemeyer no propone una vuelta a unos orígenes genuinos de la Bauhaus histórica sino, al contrario, rastrea la reproductibilidad y mutabilidad de sus diversos conceptos, modelos y productos como muestras fehacientes de una condición moderna que ha propiciado una incesante sucesión de apropiaciones. El juego entre originales, interpretaciones y apropiaciones se analiza en un total de 14 casos por cada uno de los años de existencia de la Bauhaus, que se enhebran linealmente tanto en la muestra como en el catálogo.
El tema da juego, como ilustra la diversidad de los casos. Por ejemplo, hoy nos parece poco menos que obvio que los prototipos de mobiliario concebidos en la Bauhaus para su producción en serie devendrían necesariamente clásicos modernos. Han sido copiados hasta la saciedad, constituyendo el principal activo de quienes defienden el lugar común de un ‘estilo Bauhaus’.
Pero si la reproductibilidad de los artefactos industriales diseñados en Weimar y Dessau fue programática, no menos lo fue la del arquitecto modelo encarnado por Ludwig Mies van der Rohe, quien elevó la imitación del maestro y obras a la categoría de principio didáctico durante su etapa al frente de la escuela. Precisamente en la reproducción y apropiación de sus modelos pedagógicos —en muchos casos promovidas por antiguos maestros y estudiantes de la Bauhaus— estaría la clave de su alcance global. La prodigiosa difusión de ideas e imágenes se produjo por los más diversos canales y medios, llegando a producir verdaderos monstruos. Uno particularmente grotesco es interpretado en profundidad por Helga Lutz y Anna Henckel-Donnersmarck: la Landhaus Ilse en Burbach (1924), una casa de campo que pirateó en versión popular de la Haus am Horn de Georg Muche apenas un año después de que esta fuera erigida en Weimar con motivo de la primera exposición de la Bauhaus. Más allá de la anécdota, el caso viene a desmentir que las apropiaciones culturales de la Bauhaus y su capital simbólico fueran únicamente un fenómeno de posguerra orquestado desde los centros de poder.
El juego de temas y variaciones propuesto en la exposición alcanza su clímax lúdico en un taller central, donde se invita a los visitantes a poner en práctica los ejercicios del célebre Vorkurs (curso preliminar) y a convertirse así en protagonistas autorreflexivos de nuevas lecturas transformadoras de la Bauhaus y su legado. Esta experiencia se recoge tanto en el catálogo oficial como en el muy recomendable Übungsbuch (cuaderno de ejercicios), en el que Friederike Holländer y Nina Wiedemeyer han reconstruido cincuenta prácticas desarrolladas por Johannes Itten, Lászlo Moholy-Nagy y Josef Albers en el Vorkurs de la Bauhaus, que constituyó la principal novedad pedagógica de la escuela.
En suma, ha valido la pena esperar. Frente a numerosas decepciones que ha dado de sí este centenario, las dos publicaciones de ‘Original Bauhaus’ recogen aportaciones intelectualmente originales, sugerentes y coherentes. Todo hace pensar que seguirá girando la rueda de las apropiaciones de la Bauhaus.