Desde el año 2004 la colección Mudito & Co., dirigida por Juan José Lahuerta, viene agavillando en libros escuetos y exquisitamente editados un conjunto de raros y atractivos títulos de poesía contemporánea y de ensayo sobre la ciudad, el arte y la arquitectura, entre los que cabría destacar los dedicados a Piranesi, Luis Barragán o Bogdan Bogdanovíc, además de otros textos debidos a Georges Didi-Huberman, Ángel González o el propio Juan José Lahuerta. La última de las obras publicadas en la colección consiste en una antología de ensayos que da cuenta, por primera vez en español, de la actividad que, como crítico de arquitectura, desempeñó entre 1921 y 1933 Siegfried Kracauer para el entonces influyente periódico alemán Frankfurter Zeitung.
Más conocido por sus obras posteriores, especialmente aquellas dedicadas a la cinematografía, como la célebre De Caligari a Hitler o la innovadora Teoría del cine, Kracauer, francfortés nacido en 1889 en el seno de una familia judía asimilada, fue autor de innumerables ensayos de crítica cultural, en los que recogió con precisión la atmósfera asfixiante de la República de Weimar, época excesiva y fructífera marcada por la pugna entre el expresionismo y las primeras vanguardias ‘objetivistas’, el elitismo decadente y la nueva cultura de masas, la recién estrenada democracia y el emergente fascismo. De ahí que, aunque sus escritos no fuesen más que simples radiografías de aquel periodo, seguirían teniendo un insoslayable interés. Pero, sin duda, son mucho más. Influido por Georg Simmel y afín a su contemporáneo Walter Benjamin —con quien mantuvo una fecunda amistad ‘inglesa’— Kracauer elaboraba sus ensayos con un desapasionamiento metodológico que estaba, según sus propias palabras, «en la retaguardia de la vanguardia», y desde el cual diseccionaba con maestría anécdotas culturales o detalles inadvertidos a los que sabía convertir en cifras de toda la época.
Evidentemente, este método resultaba apropiado para reflejar el proteico ambiente arquitectónico de la década de 1920. A ello contribuía además el hecho de que Kracauer fuese también arquitecto (estudió en Múnich con Theodor Fischer), algo que le permitía escribir con propiedad sobre la disciplina, sin renunciar en ningún caso a su fértil distanciamiento filosófico. Por ello, aunque sus escritos arquitectónicos palidezcan un tanto respecto a sus mejores textos de crítica cultural, los ensayos compilados en el libro merecen toda nuestra atención.
Agrupados implícitamente en tres bloques de recensiones —sobre las exposiciones de la Werkbund, sobre edificios singulares y sobre monumentos conmemorativos—, algunos de estos breves escritos sorprenden por el escepticismo (que nos resulta tan afín) con el que describe las soluciones ‘modernas’ al problema de la vivienda; otros inciden en el entonces balbuciente y hoy generalizado fenómeno de mercantilización de las formas arquitectónicas, o sirven para rememorar edificios hasta ahora olvidados, como la casa propia de Ernst May o la sede de la radio estatal en Berlín, de Hans Poelzig. Sin embargo, entre todos los ensayos descuella el último, cuyo análisis del Memorial del Reich, inaugurado en 1933, resultó a la postre premonitorio, al constatar el peligro de que la arquitectura acabase contaminándose de la estetización retórica y ‘vocinglera’ del totalitarismo político, el mismo que ese mismo año abocaría al autor a su destierro final en Nueva York, donde moriría en 1966.