Con sus 82 millones de habitantes, Egipto no es sólo el país más viejo del mundo, sino la referencia cultural de sus vecinos y, hasta la Primavera Árabe, también un oasis de aparente tranquilidad en el polvorín de Oriente Medio. Ahora que el país del Nilo sufre graves problemas políticos y económicos, las economías del Golfo —hermanadas con Egipto por su confesión sunita— han acudido en su ayuda con una lluvia de petrodólares —unos 12.000 millones— que servirá para apuntalar a corto plazo el precario Gobierno. Fruto de estas inversiones nada desinteresadas es el anuncio de un proyecto largamente buscado por las autoridades egipcias: la construcción de una nueva capital administrativa y financiera que evite la pesadilla que supone moverse por El Cairo, una caótica megalópolis de 18 millones de habitantes que, según las previsiones, duplicará su población de aquí a 2050. Situada en mitad del desierto, a unos 45 kilómetros de El Cairo en la ruta que conduce a Suez —el otro gran foco estratégico del país— The Capital Cairo costará unos 45.000 millones de dólares, tendrá una extensión de 700 kilómetros cuadrados y albergará unos 7 millones de habitantes, cobijados en un trama inspirada en las ciudades del Mediterráneo y que contará con grandes dotaciones, entre ellas «el mayor parque urbano del mundo», un parque de atracciones «cuatro veces más grande que Disneyland» y un nuevo aeropuerto. El plan director de tan faraónico proyecto, del que de momento ha trascendido más bien poco, ha recaído en la firma estadounidense SOM.