Rem Koolhaas ve precipitarse los acontecimientos. Finales de octubre, el Praemium Imperiale japonés; mediados de noviembre, una gran exposición en la Neue Nationalgalerie de Mies van der Rohe en Berlín, mientras terminan de construirse la Biblioteca de Seattle y la Casa da Música de Oporto, y se inaugura la Embajada de los Países Bajos en Berlín.
La embajada es una fantasía espacial que se articula, se tuerce y se retuerce, contorsionándose en un espacio limitado y estrictamente cúbico. Es una exasperación del tema de la promenade architecturale que contraviene toda lógica y toda conveniencia a lo largo de un itinerario que muchas veces se pliega sobre sí mismo en el interior de un bloque vítreo de 27 metros de lado, perfectamente recatado. Hay algo intrigante en el contraste entre el vitalismo interno de este organismo y la expresión apacible que muestran sus fachadas... [+]